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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Revolución #178, 4 de octubre de 2009

El brote del populismo derechista:

Sí, en verdad ES un caso de racismo

El 12 de septiembre, varias decenas de miles de personas realizaron una manifestación en Washington, D.C., que fue en apariencia una protesta contra los proyectos demócratas de reforma sanitaria que se debaten en el Congreso. En realidad, esa marcha, y el movimiento que concentraba, representaron una importante declaración política de un movimiento fascista

Para darles un sabor, un reportero observó: “... David McElwee, un guardia correccional fortachón de Pensilvania, alzó un cartelón con la imagen de Obama, transformada mediante Photoshop en un nativo africano semidesnudo en su choza con una falda de paja y un hueso que le atravesaba la nariz”. Dos días antes, en Scranton, Pensilvania: “Por todo el alrededor se veían imágenes del presidente Barack Obama con la cara blanqueada, o como nazi, brujo africano, marxista o musulmán...”. Había letreros que comparaban a Obama a Osama Bin Laden. Una mujer en la multitud le dijo al reportero que Obama estaba colocándose en un mismo nivel con Dios y que ella rezaba “por su conversión”. Se le preguntó: ¿Es Obama un musulmán? Ella contestó: “Solo él sabe”. Para colmo, ella había escuchado que Michelle Obama tiene zapatos valorados en seiscientos de dólares. (Estas descripciones salen en el artículo “Who is Barack Obama? And why do people say such loopy, ugly things about him? The enduring rot in American politics”, de Philip Weiss, en New York Times Magazine, 20 de septiembre de 2009).

El ambiente de las reuniones públicas sobre la reforma sanitaria incluye varios incidentes en que ciertos individuos han ostentado sus armas. Un hombre llevaba una pistola cargada de 9mm mientras esperaba fuera de una reunión pública sobre la reforma sanitaria en la cual Obama participó en Portsmouth, Nueva Hampshire. Su letrero decía: “Es hora de dar agua al árbol de la libertad”, en referencia a un pasaje de Thomas Jefferson que dice: “Al árbol de la libertad hay que refrescarlo de vez en cuando con la sangre de patriotas y de tiranos”.

En otro incidente muy publicitado de Hagerstown, Maryland, un hombre levantó un pedazo de cartón en el cual había garabateado: “Muerte a Obama, muerte a Michelle y a sus dos niñas estúpidas”. El Arizona Republic informó: “Un hombre, quien decidió no darnos su nombre, andaba por el mitin a favor de la reforma sanitaria en las calles 3 y Washington con una pistola al cinto y un AR-15 (un rifle semiautomático de asalto) colgado de una correa sobre el hombro.”

Aunque las autoridades han interrogado o detenido a unas personas (no a todas) que llevan armas o hacen amenazas, existe claramente un ambiente que les hace pensar que pueden actuar con impunidad. Comparen eso con un mitin de campaña para Bush en 2004 en Virginia del Oeste, en que las autoridades arrestaron a una pareja por lucir camisetas que decían: “Amen a Estados Unidos, Odien a Bush”.

A esas fuerzas reaccionarias los están orquestando e incitando voces poderosas del Partido Republicano y de los medios de comunicación. Glenn Beck despotrica que Obama (quien en realidad ha evitado hacer cualquier crítica del racismo durante todos esos episodios) “tiene un odio muy arraigado hacia la gente blanca”. (Ver en el cuadro en la página 13 más información sobre su papel particularmente odioso).

Tampoco fue ningún bloguero racista anónimo cualquiera, sino el prominente operario del Partido Republicano de Carolina del Sur, Rusty DePass, quien escribió en su página de Facebook que el gorila que se había escapado del parque zoológico fue “solo uno de los antepasados de Michelle [Obama]”. DePass fue el copresidente de la campaña presidencial de 2008 de Rudy Giuliani en el mayor condado del estado y es ex presidente de la comisión electoral del estado. Después de que DePass pidió disculpas por ese “chiste”, recibió carta blanca del Partido Republicano de ese estado. Eric Davis, otro funcionario republicano de Carolina del Sur, dijo: “Todo el mundo dice cosas que lamentan después. Creo que todos debemos pasar a otros temas”.

El senador republicano de Carolina del Sur Jim DeMint, un elemento emergente en estos círculos que está recibiendo mucha promoción para el futuro, le dijo a la muchedumbre en Washington salpicada de svásticas (la cruz gamada) y letreros que decían “No me pisoteen”, que se sentía más a gusto con los manifestantes que con sus propios colegas del Senado.

Este ambiente de “reunión pública” irrumpió en el Congreso cuando el representante Joe Wilson de Carolina del Sur le gritó a Obama “Usted miente”, cuando éste dijo que su plan de reforma sanitaria no incluiría a los inmigrantes indocumentados. (Que conste, todos los proyectos de reforma sanitaria excluyen cruelmente a los inmigrantes indocumentados en cuanto a prestaciones sanitarias). Con cara de palo, la mayoría de los medios de comunicación establecidos desecharon la idea de que Wilson pudiera ser un racista. ¿Cómo puede ser? Wilson es miembro de los Hijos de Ex Combatientes Confederados, un grupo que celebra a los que lucharon para la esclavitud durante la Guerra de la Secesión, y como legislador estatal votó en contra quitar la bandera confederada del capitolio de Carolina del Sur. Si este tipo no es racista, entonces ¿qué es?

No es una exageración ni es tener una imaginación creativa comparar a los que van a esas reuniones públicas a una turba de linchamiento en ciernes. Una cosa hay que decir de plano: Aunque Barack Obama, como jefe del estado capitalista-imperialista estadounidense, no representa nada progresista, cualquier acción similar a lo que estas fuerzas fomentan, sería un ultraje reaccionario.

¿Populismo o racismo? Pues, AMBAS cosas

Los análisis de los medios de comunicación establecidos han planteado que este brote es un renacimiento del populismo y que no es sobre el racismo. En un ensayo del New York Times titulado “No, no es sobre su raza”, el columnista conservador David Brooks argumenta que el motor de la furia que ha brotado en las audiencias sobre la reforma sanitaria es el populismo y no el racismo. Insiste en que las raíces de este movimiento son el pensamiento de Thomas Jefferson y Andrew Jackson, y ¿cómo podría ser racista ese?

A lo que una escritora perspicaz respondió en una carta:

“Irónicamente, al invocar los nombres de Jefferson y Jackson, [Brooks] llama la atención sobre dos de los líderes de nuestra nación más identificados con el racismo: uno que se benefició directamente de la esclavitud y uno cuyo destierro de las tribus autóctonas de sus tierras abrió las puertas al expansionismo yanqui sin obstáculos en el Oeste.

“Además, en su resumen y glorificación de movimientos populistas en la historia de nuestro país, el Sr. Brooks no menciona la conexión entre el racismo y el populismo. Los dos no están aislados el uno del otro.

“Históricamente el racismo ha servido como el hilo subyacente que ha sembrado nuestros movimientos populistas, y continúa haciéndolo hasta hoy” (carta a la redacción de Angela West Blank, New York Times, 21/09/09).

Exactamente.

Desde el comienzo se ha propagado un gran mito norteamericano: que este país ha avanzado por medio de la ingeniosidad y el trabajo duro de sus ciudadanos (o sea, sus ciudadanos varones y blancos) y que la posición superior de las personas blancas en esta sociedad, y los privilegios que tienen, son los premios por el trabajo duro y la “cultura” y ética supuestamente superiores. Y que si las personas negras y de otras nacionalidades oprimidas, en su conjunto, no han logrado estas cosas, eso no se debe a los siglos de esclavización, ni al siglo en que vivieron bajo la segregación legal y el terror de las turbas de linchamiento, ni a la discriminación sistemática en cada esfera de la vida que continúa… sino porque “son inferiores, no trabajan tan duramente y su cultura los lleva a ser criminales e inmorales”. Una mentira cruel, y una que se puede refutar fácilmente, pero una que ha justificado la opresión y la desigualdad para los que se han beneficiado de ella.

Jefferson promovió la visión de una sociedad basada en pequeños granjeros propietarios de tierras, individuos independientes que participarían en pie de igualdad, como el mejor tipo de sociedad. Pero en realidad, presidió una sociedad basada en los crímenes gemelos de la esclavitud y el destierro y casi genocidio de los pueblos indígenas, y defendió los intereses de esa sociedad y luchó por expandirla. Las leyes de supremacía blanca y el pensamiento racista impusieron la verdadera deshumanización de los esclavos negros (y de los negros libres). Y una parte central del aglutinador ideológico y social que siempre ha cohesionado a este país fue la identidad compartida por la gente blanca de todas las clases y capas.

Desde el principio, se movilizó a la gente blanca —como gente blanca— para ver sus intereses en oposición al pueblo negro y los pueblos indígenas, y amenazados por esos pueblos. Y se ocultó la división fundamental entre las clases que poseen y monopolizan los medios de producción necesarios para producir la gran riqueza, y aquellas sin ellos, obligadas a producir esa riqueza, sea por el látigo o por el hambre.

Este llamamiento al hombre común (blanco) ha sido la base de casi todos los movimientos populistas en Estados Unidos — de los tiempos de Jefferson, a Andrew Jackson quien no solamente dirigió el destierro y casi genocidio del los pueblos indígenas sino que luchó por expandir la esclavitud, hasta el Ku Klux Klan, y los movimientos de hoy. El racismo sí es el “hilo subyacente”.

En este artículo apenas pudimos tocar el curso de estos acontecimientos históricos y las enormes implicaciones que éstos tienen para la revolución y el comunismo. Instamos enérgicamente a todos nuestros lectores a que adquieran y estudien la obra de Bob Avakian sobre todas estas cuestiones (vea el recuadro) incluido El comunismo y la democracia jeffersoniana (en inglés).

Las raíces del brote del populismo derechista

Las últimas décadas han sido un período de gran instabilidad e inseguridad para millones. Tras el derrumbe de la Unión Soviética y el surgimiento de Estados Unidos como la superpotencia mundial única, se operaron grandes cambios geopolíticos, entre ellos, los fuertes retos a la dominación yanqui por parte del ascenso y el creciente peso de los fundamentalistas islámicos en la región estratégica del Medio Oriente. Se han dado grandes cambios en la economía mundial con la globalización y la mayor internacionalización de la producción y de las actividades especulativas y parásitas del capital. En Estados Unidos, eso se ha reflejado en los cambios radicales en la economía. Mientras que el capital recorre el globo a fin de explotar a hombres, mujeres y niños por centavos al día, ya no existen muchos empleos fabriles de buena paga (y fueron principalmente para hombres). Las pequeñas empresas y los granjeros independientes han estado bajo enormes presiones y una enorme cantidad de granjas familiares han quebrado. Y junto con estos cambios y su impacto en millones de personas, se han operado grandes cambios en la cultura general de las masas en este país — y especialmente de los jóvenes. Al comienzo, algunos de estos cambios culturales eran muy positivos, alentaban sentimientos más críticos, comunales y anti-hipocresía, pero en las últimas décadas en especial, éstos han tendido a fragmentarse, a la cosificación de la sexualidad, a cierta maldad de ánimo, egoísmo y una perversa mentalidad capitalista tipo imagen de espejo de la cultura gangsta. De todos modos, todo eso ha tenido el efecto de aflojar la cohesión de los “valores norteamericanos tradicionales (y sumamente asfixiantes y cerrados) de los pequeños pueblos.

Ahora la crisis económica actual está pegando muy duro. Más del 70% de los que han perdido su empleo son hombres. Cada vez más familias dependen del empleo que tienen las mujeres — y parece que todo esto sigue “minando la familia tradicional”. Una cantidad inaudita de personas blancas en este país que no sean de la clase dominante está perdiendo su casa propia, la cual constituye una buena parte de su riqueza — y “seguridad”. Están bajo amenaza la estabilidad general y los privilegios que las personas de estas capas han tenido por ser blancas, masculinas y/o vivir en un país que se ceba del resto del mundo y que sobre esa base han recibido migajas.

¿Y qué es lo que se le dice a esta “gente común” es el problema? No se dice que es el sistema de capitalismo que ha generado estos cambios dramáticos en su búsqueda de cada vez más ganancias (y, de paso, un sistema que a lo largas de su historia ha generado un sufrimiento mucho peor para millones y millones de personas en las zonas urbanas de este país y para miles de millones alrededor del mundo). Pero las elites —de Wall Street y Hollywood— y los peligrosos “otros” que están tomando el control del país y que supuestamente están colaborando para quitarles a los norteamericanos blancos que trabajan duro los privilegios que han tenido, su prosperidad y sus derechos. Se les dice que estas “elites” quieren atacar sus valores y socavar su modo de vida y darles a las masas de las zonas urbanas que no lo merecen lo que supuestamente por derecho es suyo.

Es verdad que las “elites” manipulan enormes cantidades de capital financiero y con el apretón de un botón pueden causar miseria a gente alrededor del mundo. Pero esas “elites” son el producto inevitable de un sistema y son los administradores del mismo. Ese sistema es el capitalismo-imperialismo. Hay que recalcar y entender que esas decisiones, incluidas en medio de esta crisis actual, afectan a las masas por todo el mundo —y en las zonas urbanas de este país— de las formas más duras imaginables. Además, hoy esas decisiones están provocando caos y sufrimiento en la vida de muchas personas que antes creían que por fin hubieran salido adelante. El problema no es que haya quienes que hacen trampa o se niegan a observar las reglas. El problema son las reglas — o sea, el funcionamiento y la dinámica básica del capitalismo mismo.

Ante todo, estos movimientos tienen resentimiento y odian a los cambios de los años 60. Los años 60 fueron una época en que las masas negras, en unión con muchas otras, libraron una tremenda lucha y tiempos en que fueron hechas concesiones a esa lucha como la acción afirmativa. Unos tiempos en que surgió un movimiento poderoso en contra de la injusta guerra que Estados Unidos libraba en Vietnam. Unos tiempos en que se realizaron cambios de las leyes (o se le dio nuevas interpretaciones a la Constitución) de maneras que afectaron de modo decisivo a las mujeres, en particular sobre el aborto. La gente gay empezó a salir del closet y a afirmar sus derechos. Y fueron tiempos, como analizó Bob Avakian, cuando “...millones de personas en Estados Unidos desecharon las normas predominantes y la autoridad tradicional, empezaron a luchar por forjar nuevas relaciones humanas y nuevas expresiones culturales que no se basaran en el arribismo y la competencia, y a sabiendas rechazaron el lema de ‘Estados Unidos es el número uno y Dios está de nuestro lado’. Mucha gente llegó a darse cuenta de que la fuente de todos los males contra los que luchaba, y el obstáculo que impedía lograr las cosas por las que luchaba, era el sistema capitalista‑imperialista… En esos tiempos tumultuosos, los que se rebelaban contra el orden imperante y las relaciones y tradiciones dominantes encontraron causa común y forjaron una poderosa unidad. Obtuvieron cada vez más la iniciativa tanto moral como política, mientras que la clase dominante se atrincheraba y daba manotazos para defender su posición dominante que se le escapaba, y muy merecidamente fue perdiendo su autoridad moral y política” (Predicando desde un púlpito de huesos: Necesitamos moral, pero no la moral tradicional, de Bob Avakian, Obrero Revolucionario (ahora Revolución)#975, 27 de septiembre de 1998).

En las décadas desde entonces, se ha deshecho o eliminado una buena parte de lo que se logró entonces. Pero, según la concepción del mundo de estos populistas, solo bastará eliminar y enterrar por completo todo lo que se forjó por medio de esas luchas. Lo que esos fanáticos derechistas pretenden es regresar y restaurar plenamente a Estados Unidos a sus raíces blancas y cristianas... y a su destino... tal como Dios lo adivinó..

La actual polarización ominosa y la repolarización que se necesita

Mientras tanto, ¿cómo han respondido los demócratas y Obama a todo esto?

Al negar en esencia que existe un problema y al negarse a retar a este movimiento fascista.

Cuando Jimmy Carter y unas cuantas personas más se atrevieron a decir que esto era un caso de racismo, los portavoces de Obama y Obama mismo se apresuraron a decir: “No, no, solamente hay diferencias de política”. ¿Diferencias de política? Vea de nuevo la primera sección de este artículo, o vea el video de Glenn Beck en YouTube descrito en el recuadro acompañante, el mismo Glenn Beck que se ha convertido en la nueva “estrella naciente de la Derecha” y “el hombre del momento”, y díganos que esto es un caso de algunas diferencias sobre cómo van a vender y entregar el seguro médico.

Pero esto no tiene nada de nuevo. Durante unos 20 años los demócratas y Obama mismo una y otra vez han dejado que estos fascistas se desbocaran, sin oposición, y les han cedido el terreno moral. Veamos otro ejemplo: ¿cuántos funcionarios electos demócratas, u otros funcionarios del partido, asistieron al entierro del Dr. George Tiller, el valiente abortista que los fascistas cristianos asesinaron en mayo? La respuesta: ni uno. Recalca este hecho los enérgicos esfuerzos de Obama y los demócratas de impedir cualquier iniciativa de pagar por el aborto en este programa de asistencia sanitaria.

Para entender por qué esto es así, queremos volver a la obra importantísima, y todavía muy vigente, de Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, titulado “La pirámide del poder y la lucha por cambiar de base el mundo”. Esta obra fue tomada de las preguntas y respuestas del DVD de 2004 de Avakian, Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es. Ahí describe a los republicanos y los demócratas como, en términos relativos, representantes de dos sectores de la clase dominante sentados en la cima de una pirámide metafórica de la sociedad. Describe la clase de movimiento y tácticas fascistas que existían en ese momento, por ejemplo, los vínculos que tiene ese movimiento fascista en las fuerzas armadas, y agrega:

Viendo este panorama y lo que están organizando y preparando, preguntemos: los demócratas, como sector de la clase dominante, ¿cómo van a contrarrestarlo?

O sea, veamos la pirámide con los republicanos aquí (a la derecha) y su base social de fanáticos religiosos y dementes fundamentalistas... [Estas fuerzas] están dispuestas a movilizar una fuerza fascista si lo creen necesario y… a poner en marcha dicha fuerza y transformar esta sociedad en una sociedad religiosa fundamentalista fascista si lo consideran necesario.

Al otro lado de la pirámide (supuestamente a la “izquierda”) están los demócratas. ¿Quiénes son sus bases? No digo que realmente los representan, ¿pero a quiénes quieren atraer? A la gente progresista y los oprimidos. En realidad el papel de los demócratas es canalizarlos hacia el proceso electoral establecido de la burguesía… y canalizarlos nuevamente si es que se alejan o se salen de ese marco. Porque a las bases las elecciones les dan rabia, por las mismas razones que ya señalamos: el Partido Demócrata habla de gente común, de los pobres, de los que sufren discriminación, etc., pero siempre los traiciona. Hasta habla de los oprimidos, pero como en realidad no representa sus intereses fundamentales, los traiciona una y otra vez. Representa los intereses del sistema y la clase dominante, y sirve para engatusar a los oprimidos y los descontentos para que vuelvan a participar en las elecciones. A todos ellos les dice: “Vénganse, vénganse. No es tan malo como parece. No olviden que tienen el voto. Tranquilos. Todo saldrá bien”. Para eso sirven los demócratas. Pero tienen mucho miedo de movilizar a las bases. Las exhortan a votar, pero les infunde pavor que se salgan a la calle a protestar o luchar contra los derechistas, que están cobrando fuerza.

Piensa por un momento, ¿qué desataría eso si Obama dijera lo que es obvio a casi todos los liberales: que sí, hay un elemento racista enorme e impulsor en juego en este movimiento fascista teabagger, que como persona negra en Estados Unidos sabía desde el comienzo que este veneno iba a surgir, que esto es parte integral de un movimiento fascista con apoyo de los sectores más altos de la clase dominante y que cualquiera persona que tenga razón debe oponérsele enérgicamente además de alinearse en la lucha en su contra? ¿Y qué pasaría si una figura importante del Partido Demócrata llamara a la gente a las calles contra estos fascistas? Eso es exactamente lo que les da pesadillas a estos políticos demócratas: la posibilidad de que el pueblo se tome las calles en contra de estos reaccionarios. Pues, una vez que ese genio se salga de la lámpara, una vez que los oprimidos y las personas más ilustradas empiecen a ver a sentir su fuerza potencial e investigar y debatir por qué todas estas porquerías continúan y lo que se puede hacer para cambiar la situación en realidad, podrían perfilarse toda clase de posibilidades para el cambio radical e incluso revolucionario y para todos los sectores de la clase dominante esta situación sería una pesadilla mucho peor que dejar la cancha libre para estos fascistas.

Una de las razones, de hecho, que un sector tan grande de la clase dominante se unió alrededor de Obama era precisamente para evitar y en efecto impedir tal panorama. Y ahora hay cierta ironía: ¿quién sería “mejor” que un presidente negro para declarar fuera de lugar las acusaciones de “racismo”, aunque él mismo es el blanco de un racismo que se está volviendo cada vez más venenoso con cada día que pase?

Pero hay que preguntar si es posible contener estas contradicciones y por cuánto tiempo. Y en esta conexión, hay que preguntar qué deben hacer los revolucionarios y las personas que quieren ver un verdadero cambio a fin de transformar la realidad que enfrentamos: para desenmascarar lo que se está desarrollando, para convencer a la gente acerca de la presencia en el sistema de las raíces profundas de estos movimientos fascistas asquerosos y la claudicación ante estos movimientos promovida por los demócratas, de modo que la gente se inspire y resista todo eso y los otros crímenes de este sistema, entre ellos la brutalidad policial desbocada, los incesantes ataques contra el derecho al aborto (y los derechos de la mujer en general), la negación de los derechos de los homosexuales incluso de casarse, la actual aprobación o codificación legislativa y el uso de la tortura por el gobierno, la intensificación de la guerra en Afganistán y la actual ocupación de Irak… todo lo que presiden y promueven Obama y los demócratas… y que los revolucionarios y las personas que quieren ver un verdadero cambio a fin de transformar la realidad que nos enfrentamos tienen que hacer todo esto como parte de repolarizar la sociedad para hacer la revolución.

Lo que hacemos, y lo que no hacemos, contesta hoy todos los días a esas preguntas.

¿QUÉ TAN SERIOS VAN ESTOS POPULISTAS DERECHISTAS Y FASCISTAS, Y A QUÉ EXTREMOS IRÁN?

En febrero, un episodio del programa de Glenn Beck en el noticiero Fox se tituló “Sala de guerra: El ‘efecto Bubba’ — ley marcial, saqueos, hiperinflación, depresión, caos, implosión de Estados Unidos”. Planteó repetidamente una escena que en esencia representa un levantamiento fascista armado contra los responsables del “sufrimiento y la privación de representación” y de retomar al país, restaurar sus raíces cristianas y blancas… y su destino… tal como Dios lo adivinó. Todo eso sería un levantamiento que reemplazara al actual gobierno del país. Además, Beck planteó la probabilidad de que todo esto contara con el apoyo del ejército estadounidense. Vea el video de YouTube del episodio: La cara de Beck brilla con una especie de frenética alegría mientras incita al público a prepararse para esto. (Busque “Glenn Beck” y “Bubba Effect” en YouTube.) Esta es solamente una versión actualizada, con unos leves retoques, del tristemente célebre libro Los diarios de Turner, que “prevé” una guerra racial en Estados Unidos en que unas fuerzas fascistas “rectas” linchan a los negros y los blancos que quieren una sociedad integrada. Durante décadas, este libro ha inspirado a muchas reaccionarias milicias supervivencialistas.


 

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