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Una pareja encantadora: Nacionalismo e hipocresía

La mafia imperial

William Blum
CounterPunch
4 de agosto de 2013

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

No es fácil ser un apasionado nacionalista estadounidense. Además de tener que encarar la acostumbrada desilusión, indignación y desdén de todo el mundo, resultantes de los interminables bombardeos e interminables guerras de Washington, el nacionalista es atacado por informantes como Bradley Manning y Edward Snowden, quienes han desvelado un continuo torrente de escándalos de derechos humanos y libertades civiles, atrocidades, mentiras y verdades embarazosas. Los creyentes en el “excepcionalismo estadounidense” y en las “nobles intenciones” han tenido dificultades para seguir agitando la bandera retórica desde la luz del alba hasta el último resplandor del ocaso.

Eso puede explicar el artículo del Washington Post (20 de julio) titulado “asilados estadounidenses infelices en Rusia”, sobre Edward Snowden y su plan de buscar posiblemente asilo en Moscú. El artículo recuenta las experiencias supuestamente miserables vividas en la Unión Soviética por expatriados y desertores estadounidenses como Lee Harvey Oswald, los dos empleados de la NSA de 1960 –William Martin y Bernon Mitchell– y varios otros. La ecuación propagandística del Post es al parecer: la decepción de un estadounidense con la vida en Rusia es un punto a favor de EE.UU.: esperanzas equivocadas de una vida gloriosa en el paraíso de los trabajadores” … Oswald “obtuvo trabajo en una fábrica de electrónica en el aburrido Minsk, donde el brillante futuro lo eludió” … dice la información del Post, un cliché de la Guerra Fría. No hay gran cosa para entusiasmarse, pero a un defensivo nacionalista estadounidense le cuesta encontrar algo mucho mejor.

Al mismo tiempo TeamUSA marca puntos publicitando violaciones actuales de los derechos humanos y de las libertades civiles en Rusia, como si la Guerra Fría todavía estuviera de moda. “Llamamos al gobierno a cesar su campaña de presión contra individuos y grupos que tratan de denunciar la corrupción, y de asegurar que los derechos humanos universales y las libertades fundamentales para todos sus ciudadanos, incluyendo las libertades de expresión y de reunión, sean protegidos y respetados”, dijo Jay Carney, el secretario de prensa de la Casa Blanca.

“Campaña de presión contra individuos y grupos que tratan de denunciar la corrupción” … ¡Um! … ¿Alguien dijo “Edward Snowden”? ¿No es un ejemplo de corrupción el espionaje permanente de la ciudadanía? ¿No tiene sentido de la vergüenza la Casa Blanca? ¿O del embarazo? ¿Ninguno?

Anhelo una versión moderna de las audiencias Ejército-McCarthy de 1954 en las cuales Carney –o mejor todavía, el propio Barack Obama– lancen una mentira y una enfermiza defensa tras la otra de su destrucción imperialista. Y el abogado del comité (en las famosas palabras de Joseph Welch) es finalmente llevado a declarar: “Señor, ya basta. ¿No tiene sentido de la decencia, señor? Finalmente, ¿no le queda ningún sentido de la decencia?” La galería del Congreso estalló en aplausos y este incidente quedó marcado como el comienzo del fin de la peste McCarthy.

Políticos y personalidades de los medios estadounidenses han criticado a Snowden por huir para desvelar los documentos clasificados que poseía. ¿Por qué no se quedó en EE.UU. para defender sus acciones y enfrentar su castigo como hombre? Qué pregunta. Sí, el joven debiera haberse cometido voluntariamente al confinamiento solitario, a otras torturas, a la vida en la prisión, y posible ejecución si quería ser tomado en serio. ¡Qué cobarde!

¿Por qué Snowden no expresó sus preocupaciones a través de los canales adecuados de la NSA en lugar de filtrar los documentos, como lo haría un informante respetable? Es la pregunta que James Bamford, considerado generalmente como el principal escritor sobre la NSA en EE.UU., se esforzó por responder, como sigue:

    He entrevistado a muchos informantes de la NSA, y el común denominador es que se sintieron ignorados al intentar llamar la atención de funcionarios de más alto rango sobre operaciones ilegales o poco éticas. Por ejemplo, William Binney y varios otros altos funcionarios de la NSA protestaron contra los programas de espionaje en el interior de la agencia siguiendo la línea de comando, e incluso intentaron llamar la atención del fiscal general sobre esas operaciones, pero fueron ignorados. Solo entonces Binney me habló públicamente para un artículo en la revista Wired. En una entrevista en Guardian Web Snowden citó a Binney como ejemplo de “cómo reacciones exageradamente duras a denuncias de interés público solo aumentan la escala, magnitud, y destreza involucradas en futuras revelaciones. Ciudadanos con conciencia no van a ignorar actos malévolos simplemente porque serán destruidos por hacerlo: su conciencia lo prohíbe.”

    E incluso cuando informantes llevan sus preocupaciones a los medios noticiosos, la NSA usualmente niega que la actividad tenga lugar. La agencia negó las acusaciones de Binney de que estaba obteniendo todos los metadatos de consumidores de Verizon y tenía acceso a prácticamente todo el tráfico por Internet. Solo cuando Snowden filtró los documentos revelando el programa de control de teléfonos y mostrando cómo funciona PRISM, la agencia se vio obligada a confesar la verdad.

“Todo país en el mundo que está involucrado en asuntos internacionales y seguridad nacional emprende numerosas actividades para proteger su seguridad nacional”, dijo recientemente el secretario de Estado de EE.UU. John Kerry. “Que yo sepa no es inusual en numerosas naciones”.

Bueno, Míster K., el antisemitismo no es inusual; se encuentra en todos los países. ¿Por qué, entonces, condena tan enérgicamente el mundo a Alemania nazi? Obviamente, depende del grado, ¿verdad? La magnitud de la invasión de la privacidad por EE.UU. la convierte en un caso excepcional.

Kerry hace todo lo posible por minimizar la importancia de las revelaciones de Snowden. Quiere que el mundo crea que todo es solo algo rutinario entre las naciones … ¡Seguid adelante, aquí no hay nada que ver! No obstante, se vuelve casi maniático cuando se trata de castigar a Snowden. El 12 de julio, solo horas antes de que Venezuela aceptara otorgar asilo político a Snowden, Kerry llamó personalmente al ministro de exteriores venezolano, Elías Jaua, y se informa que amenazó con obligar a aterrizar cualquier avión venezolano en EE.UU. o en cualquier país de la OTAN si existe la menor sospecha de que Snowden esté utilizando ese vuelo para llegar a Caracas. El cierre del espacio aéreo de todos los países de la OTAN a vuelos venezolanos significa evitar 26 países en Europa y dos en Norteamérica. Según este escenario, Snowden tendría que volar a través del Pacífico desde el Lejano Oriente ruso en lugar de cruzar el Atlántico.

El Secretario de Estado también prometió intensificar el actual proceso de revocar visas de ingreso para funcionarios y empresarios venezolanos asociados con el difunto presidente Hugo Chávez. Washington también comenzará a procesar a destacados políticos venezolanos por afirmaciones de narcotráfico, lavado de dinero y otras acciones criminales y Kerry mencionó específicamente algunos nombres en su conversación con el Ministro de Exteriores venezolano.

Kerry agregó que Washington es muy consciente de la dependencia de Venezuela de EE.UU. cuando se trata de productos refinados de petróleo. A pesar de ser uno de los mayores productores de petróleo del mundo, Venezuela necesita más gasolina y productos del petróleo de los que puede producir, y compra más de un millón de barriles de productos refinados de petróleo de EE.UU. al mes. Kerry advirtió de modo terminante que se detendrían los suministros de combustible si el presidente Maduro sigue haciendo gestos favorables al fugitivo contratista de la NSA.

¡Caray! Excesivo. Poder ilimitado en las manos de psicópatas. Mi propio país me asusta.

¿Y qué país alardea más de sus supuestas libertades que EE.UU.? ¿Y su supuesta democracia? ¿Sus supuestos derechos civiles y derechos humanos? ¿Su supuesto “excepcionalismo”? ¿Su supuesto todo? Si es así, ¿por qué no medir a EE.UU. según los raseros más rigurosos?

La hipocresía estadounidense en su política exterior se manifiesta en una base rutinaria, prácticamente continua. Lo dijo el presidente Obama hablando recientemente en Sudáfrica sobre Nelson Mandela: “La lucha aquí contra el apartheid, por la libertad; el coraje moral [de Mandela]; la transición histórica de este país hacia una nación libre y democrática ha sido una inspiración personal para mí. Ha sido una inspiración para el mundo – y sigue siéndolo.”

¡Qué emocionante! Pero ninguna mención –nunca alguna mención por algún dirigente estadounidense– del hecho de que EE.UU. fue directamente responsable del envío de Nelson Mandela a la prisión por 28 años.

Y exigen la extradición de Snowden mientras, según el Ministerio del Interior ruso, sus agencias legales pidieron en muchas ocasiones a EE.UU. que extraditara a criminales buscados por canales de Interpol, pero esas solicitudes no fueron atendidas o ni siquiera recibieron respuesta”. Entre los individuos solicitados están insurgentes islámicos de Chechenia, que recibieron asilo en EE.UU.

Ecuador ha tenido una experiencia semejante con EE.UU. al solicitar la extradición de varios individuos acusados de participación en un intento de golpe contra el presidente Rafael Correa. El ejemplo más flagrante de este doble rasero es el de Luis Posada Carriles, quien fue el cerebro del atentado contra un avión cubano en 1976, en el que murieron 73 civiles. Ha vivido en libertad en Florida durante muchos años a pesar de que su extradición ha sido solicitada por Venezuela. Pero es solo uno de cientos de terroristas anticastristas y otros latinoamericanos que han encontrado refugio en EE.UU. durante años a pesar de que son buscados en sus países.

Los funcionarios estadounidenses pueden vitorear el “excepcionalismo estadounidense” cada día de por medio y cometer crímenes contra la humanidad en los días restantes. Año tras año, década tras década. Pero pienso que podemos derivar una cierta satisfacción, e incluso hasta esperanza, en que funcionarios de la política exterior estadounidense, por moralmente dañados que deben estar, no sean todos tan estúpidos que no sepan que nadan en un mar de hipocresía. Presento dos ejemplos:

En 2004 se informó que “El Departamento de Estado planifica retardar la publicación de un informe de derechos humanos que debía haber sido publicado hoy, en parte por susceptibilidad respecto al escándalo de los abusos en la prisión en Irak, dijeron funcionarios estadounidenses. Un funcionario… dijo que la publicación del informe, que describe acciones emprendidas por el gobierno de EE.UU. para alentar el respeto a los derechos humanos por otras naciones, nos ‘haría parecer hipócritas’.”

Y un ejemplo de 2007: Chester Crocker, miembro del Comité Asesor sobre la Promoción de la Democracia del Departamento de Estado, y ex Secretario de Estado Adjunto, señaló que “tenemos que ser capaces de encarar el argumento de que EE.UU. es inconsecuente e hipócrita en su promoción de la democracia en todo el mundo. Puede ser verdad.”

En estos casos los funcionarios del gobierno parecen ser algo conscientes de sus propias acciones respecto a la hipocresía prevaleciente. Otras personalidades destacadas de la política exterior parecen estar más bien orgullosos.

Robert Kagan, autor y antiguo arquitecto intelectual de un intervencionismo que busca imponer una agenda neoconservadora a todo el mundo, por cualquier medio que sea necesario, ha declarado que EE.UU. debe negarse a acatar ciertas convenciones internacionales, como ser el tribunal penal internacional y el acuerdo de Kyoto sobre el calentamiento global. EE.UU., dice, “debe apoyar el control de armas, pero no siempre en su caso. Debemos vivir según un doble rasero.”

Y luego tenemos a Robert Cooper, un alto diplomático británico que fue asesor del primer ministro Tony Blair durante la guerra de Irak. Cooper escribió:

    El desafío para el mundo posmoderno es acostumbrarse a la idea de dobles raseros. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y una seguridad cooperativa abierta. Pero cuando tratamos con tipos más anticuados de Estados fuera del continente posmoderno de Europa, tenemos que volver a métodos más duros de una era pasada – fuerza, ataque preventivo, engaño, todo lo que sea necesario para encarar a los que todavía viven en el Siglo XIX de cada Estado por sí mismo.

Su expresión, “cada Estado por sí mismo”, puede ser mejor comprendida cómo cualquier Estado que no esté dispuesto a acceder a la agenda del Imperio Estadounidense y del mejor amigo del bravucón escolar en Londres.

De modo que así son las cosas. El doble rasero es aceptado. La Regla de Oro de “haz a otros lo que quieres que hagan contigo” ya no existe.

A la mafia imperial, y a los intelectuales de su corte como Kagan y Cooper, les es difícil vender su visión del mundo sobre la base de estándares legales, morales, éticos o justos. Por eso simplemente deciden que no están comprometidos por semejantes estándares.

William Blum es autor de Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Rogue State: a guide to the World’s Only Super Power. Su último libro es:America’s Deadliest Export: Democracy. Contacto: BBlum6@aol.com

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/08/01/the-imperial-mafia/


 

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