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Mentalizados en La Asociación Estadounidense de Psicología

Michael Brenner
Consortium News | Artículo Original
19 de octubre de 2018

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 30 de noviembre de 2018

Un viaje a la convención de La Asociación Estadounidense de Psicología o APA (por sus siglas en inglés) reveló una profesión enamorada de su propio poder, y un intento de volver a Guantánamo después de un escándalo con la CIA y el Pentágono, informa Michael Brenner.

Una convención de especialistas profesionales siempre es reveladora, si no es que siempre intelectualmente edificante. Esto es especialmente cierto de las disciplinas académicas en las Artes Liberales. Es una especie de institución social que lleva su marca de nacimiento estadounidense. Ahora proliferada por todo el mundo desarrollado, nació en los Estados Unidos y evolucionó en las décadas de la posguerra a lo que es actualmente.


Sede central de la APA en First Street en Washington, DC (Wikipedia Commons)

Esos fueron años de esfuerzo serio, una creencia optimista en la elevación colectiva, y la abundancia de básicamente todo. Las características distintivas heredadas de aquella época siguen siendo evidentes, no obstante capacitadas por la auto-promoción rampante, la comercialización y su mero tamaño. Pues los intelectuales estadounidenses siguen preocupados por la resolución práctica de problemas, energizados por el espíritu de poder hacer y una fe inquebrantable en la mejora de la humanidad- incluso cuando la “humanidad” compite con “yo y mis amigos” por primacía.

Recordé todo esto al asistir a algunas sesiones de las reuniones de la Asociación Estadounidense de Psicología en San Francisco en agosto. Habían pasado años desde la última vez que estuve en uno de estos eventos. Mi experiencia había sido principalmente con la Asociación Estadounidense de Ciencia Política, pero las diferencias son insignificantes. De hecho, la materia dentro de las ciencias sociales, se sobrepone cada vez más.

Lamentablemente, me perdí el evento principal que ocurrió en la víspera de la convención, en donde la APA era enturbiada una vez más por las réplicas del escándalo que surgió por la participación directa de la organización en el asesoramiento a la CIA y al pentágono sobre técnicas de interrogación. Esas incluían técnicas utilizadas en Guantánamo y en los “sitios negros” dispersos en todo el mundo. Algunos miembros se habían ensuciado mucho las mandos. El Consejo Ejecutivo de la asociación había cobrado algunos cheques gubernamentales bastante grandes, echó un velo sobre estos tratos dudosos, y enfrentó estas acusaciones con un bombardeo de mentiras, durante más de una década. Hacer trampa se convirtió en el orden de los tiempos.

Miembros rebeldes eventualmente montaron una protesta que desató algo que se asemeja a una guerra civil. Aparentemente se resolvió a favor de los insurgentes cuando los acusados aceptaron a regañadientes una investigación imparcial. El abogado de Chicago, David H. Hoffman fue nombrado para llevar a cabo la revisión. El 2 de julio de 2015, se emitió un informe de 542 páginas. Sus conclusiones fueron que el liderazgo antiguo en efecto había pecado, que se violaron las propias pautas de la APA (Principios Éticos de los Psicólogos y el Código Ético de Conducta), que habían sido sistemáticamente engañosos y que se había realizado un encubrimiento.

El reporte señaló que el Consejo de la APA colaboró en secreto con el gobierno de Bush para reforzar una justificación legal y ética de la tortura de los prisioneros. Además, el reporte determina que el director de ética de la asociación Stephen Behnke y otros “confabularon con oficiales importantes del Departamento de Defensa para que la APA emitiera pautas éticas de alto nivel flojas que no restringieran” el interrogatorio de sospechosos de terrorismo en la Bahía de Guantánamo. El “principal motivo de la asociación para hacerlo fue alinear a la APA y obtener el favor del Departamento de Defensa o DOD (por sus siglas en inglés).

Los condenados rechazaron las conclusiones del reporte, obviamente. En estos días, nadie admite sus fechorías y se disculpa genuinamente. Ese tipo de cosas se han vuelto “tan retro”. Unos cuantos líderes fueron obligados a renunciar; otros movieron cielo, mar y tierra para aferrarse a sus sinecuras y privilegios. De hecho, algunos de los ex líderes culpables presentaron recientemente una demanda por difamación, al estilo Tumpiano.

Subterfugio

Esta persistencia de nunca darse por vencido los movió, junto con sus simpatizantes, a hacer un valiente intento más para revertir el curso de la justicia presentando al Consejo de Representantes de la APA un plan para levantar la prohibición de que los psicólogos militares (que son 525) trataran prisioneros en el centro de detención de la Bahía de Guantánamo en Cuba, donde los Estados Unidos aún tienen a 48 “terroristas” extranjeros. Esa población puede aumentar si se toma en cuenta la idea de Trump de llenar algunos lugares vacíos. Fue fuertemente impulsada por el Pentágono con el respaldo de la vieja guarida.

La petición fue emitida en términos humanitarios. Los defensores afirmaron que nadie del personal autorizado de la Cruz Roja había visitado la prisión, privando a los reclusos de atención para su salud mental. (¿Por qué? ¿Restricciones impuestas en sus visitas al Pentágono? ¿Sensibilidad política? ¿El personal está demasiado ocupado contando los muertos no muertos en Puerto Rico?)

Sally Harvey, una psicóloga militar retirada que apoyó el levantamiento de la prohibición, argumentó que “esto se trata de otorgar a los detenidos acceso a tratamiento psicológico. Nada más, nada menos.” Los oponentes vieron la movida como un truco en la campaña sub rosa para reabrir la cuestión de la colaboración con las autoridades gubernamentales. Fue visto por muchos como la nariz del camello debajo de la tienda.

Su escepticismo aumentó con el nombramiento de Gina Haspel, ex jefe de tortura en el sitio negro en Tailandia, para encabezar a la CIA por el hecho de que el Comando Central no había reconocido los abusos cometidos en el pasado. En resumen, la confianza escaseaba. La resolución propuesta perdió, recibiendo 57 votos; contra 104 en oposición.

Para el observador externo, la idea de tener psicólogos militares brindando apoyo mental y consuelo a los sobrevivientes a largo plazo de Guantánamo parece surrealista. Intenta visualizar la escena:

El intendente X entra a la celda:

    “Hola Abdullah: Soy Siggy. Estoy aquí para ver si puedo ayudarte con algunos de los problemas que has tenido. (Pausa para el intérprete). Veo que has estado teniendo problemas para dormir toda la noche, las pesadillas te mantienen despierto. Parece que te estás imaginando música sonando  a 100 decibeles en tu celda. Cuéntame sobre esto. ¿Esto evoca recuerdos de tu infancia sobre las celebraciones posteriores al Ramadán en casa?; tengo entendido que pueden ser algo estridentes. Qué tal si pruebas algunos ejercicios de yoga. ¿Sabes algo sobre el zen? Murad, que está a dos celdas, el tipo de pantalones de yoga verdes, comenzó hace algunas semanas…

    Por cierto, creo que ya nos conocíamos, medio indirectamente, en el 2007. Yo era el tipo que miraba detrás del espejo unidireccional y enviaba preguntas al pesado que te estaba torturando con simulaciones de ahogamiento.”

Sí, en efecto. El asesoramiento psicológico es muy necesario.

Tortura para el Desarrollo Profesional

La característica más rara de todo el episodio de la APA es que la facción pro-colaboración parecía haber tomado sus acciones ilícitas no tanto por razones que tienen que ver con la percibida necesidad de enjuiciar a la “guerra contra el terror” sin restricciones por el bien de la seguridad, sino para obtener beneficios tangibles para la asociación, para generar fondos modestos de soborno para sí mismos y para usar los poderes del cargo para demostrar algún tipo de proeza/superioridad.

En otras palabras, una vulgar exhibición del comportamiento organizacional estadounidense en el siglo XXI. Coincide con lo que sabemos de lo que sucede en Facebook o Goldman Sachs. La psicología social de este fenómeno podría ser un convincente tema de estudio a profundidad, quizá financiado por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa o DARPA (por sus siglas en inglés) en el Departamento de Defensa.

El artículo apareció en los titulares de The San Francisco Chronicle, donde no pudo pasar desapercibida por un navegador que verificaba el destino de los Gigantes o los 49ers. La convención de la APA no solo se encontraba a poca distancia del BART, una mirada al programa mostró que se habían programado media docena de paneles sobre los fundamentos psicológicos de la Casa Blanca de Trump.

Encabezando al lista estaba un foro donde hablarían tres presidentes anteriores de la APA. Resultó que el evento dobló si no es que rompió la verdad en las reglas de publicidad. La sabiduría colectiva de los panelistas no fue mucha. Un estoico declaró que si bien las cosas estaban bastante mal, habíamos tenido otros presidentes locos en el pasado (sin nombrar) y que la República había sobrevivido (y la APA había prosperado). Esto, también, pasaría.

Un segundo participante ofreció un resumen ordenado y restringido del origen, la aplicación, y la pertinencia actual de la Regla de Goldwater de la APA. La regla establece que “no es ético que los psiquiatras den una opinión profesional sobre figuras públicas que no han examinado en persona”, según Wikipedia. El tercer orador tuvo una visión más calamitosa de la presidencia de Trump e hizo un llamado enérgico para la movilización ciudadana, para hacer algo u otro. Dos o tres no reconocieron que un narcisista clínico no es lo mismo que un ego maníaco común y corriente. (Después de todo, esto no es la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, hay una diferencia). Los 150 asistentes parecieron algo decepcionado, pero pasivos.

El tipo de discurso tibio en exhibición está a la par con lo que generalmente sucede en estas convenciones de ciencias sociales. Encuentros con algún tipo de mérito son raros, usualmente involucran disputas parroquiales dentro de la disciplina. El enfoque está en los temas de moda: LBGTQ en los últimos años. Una mirada al programa, a las exhibiciones de libros y a las sesiones de taller fue suficiente para que quedara todo claro. Género, Sexo, Discriminación, LBGTQ, “diversidad” son omnipresentes.

¿Por qué es así? Una serie de razones se sugieren. Las asociaciones profesionales estadounidenses, incluyendo las académicas, son extremamente permeables a lo que está sucediendo en la cultura popular. A pesar de su auto imagen elitista de superioridad, son susceptibles a los hechos que sobresalen en el mundo donde se mueven las masas. Al mismo tiempo, sus disciplinas dan un gran valor a la teoría, al modelado, al análisis cuantitativo, pero en muchas maneras están desconectadas de las experiencias del mundo real. Por lo tanto, las disciplinas de ciencias sociales se dividen de una manera muy poco saludable. El mismo se aplica para la economía y, en menor medida, a la ciencia política.

Las disciplinas académicas de las ciencias sociales son indisciplinadas. Los académicos tienen libertad para escribir con solo una referencia selectiva a lo que se ha dicho por otros sobre su tema de interés en el pasado. Además se analizan “datos” empíricos. Es como una conversación y una discusión pública: el énfasis está en la afirmación más que en la construcción de un entendimiento colectivo. Una atmósfera intelectual llena de estática es una de las consecuencias; la atomización es otra. Demasiado trabado es autónomo. En resumen, la empresa carece cohesión y propósito en común.

Estos rasgos están fuertemente reforzados por un sistema de recompensa que presta casi cero atenciones a estas deficiencias, valora la cantidad de publicaciones y becas por encima de la calidad y fomenta la autopromoción. Desde el punto de vista de las ciencias duras, esto parece parodia. En gran medida lo es. El trabajo de los académicos individuales puede ser del más alto calibre; de hecho, probablemente más alto ahora que nunca. Sin embargo, casi no hay sinergia o avance colectivo en el entendimiento de nuestro mundo que pueda informarnos cómo pensamos y actuamos como sociedad.

La convención generó un torbellino de movimiento intelectual. Sin embargo, la recompensa real fue bastante escasa. Lo que estaba disponible fue opacado por el bullicio y el ajetreo carnavalesco. Perdido en un bosque impenetrable de salas de seminarios, exhibiciones y pantallas de stand, algunas de ellas tan al filo de la vanguardia que podrías cortarte un brazo, me encontré mirando un recinto artificial ocupado por un grupo de cabritos, paja y unas esteras delgadas. Un aviso decía que una sesión de “yoga de la cabra” estaba pendiente. Varias personas, jóvenes y viejas, con credenciales colgando de sus cuellos, esperaban expectantes a que se abrieran las puertas.

Michael Brenner es profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Pittsburgh. mbren@pitt.edu


 

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