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Brett Kavanaugh: Que NO se confirme a este comprometido FASCISTA para la Corte Suprema de Estados Unidos

18 de julio de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

A menudo los comentaristas liberales y los dirigentes del Partido Demócrata describen la nominación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema de Estados Unidos como que amenaza con “restringir el derecho al aborto de las mujeres” y “erosionar nuestros derechos civiles y libertades”. Esto subestima extremadamente el peligro. El punto de vista de Kavanaugh y sus posiciones jurisprudenciales están, a un grado importante, de acuerdo con el régimen fascista de Trump y Pence y su campaña para “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser blanco”, y en particular con la hostilidad fascista cristiana a tratar a las mujeres como plenos seres humanos, y con su objetivo de implementar el dominio teocrático cristiano.

Como el quinto voto pro-fascista en la Corte de nueve magistrados, Kavanaugh, de confirmarse, inclinaría la balanza de la máxima corte del país para que se convirtiera en una herramienta obediente de la transformación fascista. Por esta razón, la lucha para bloquear la confirmación de Kavanaugh —la que, para tener sentido, tendría que librarse como parte de la lucha para sacar del poder al régimen fascista en su conjunto— tiene una urgencia de vida o muerte para las mujeres y la gente LGBTQ; para los negros, latinos y otra gente oprimida; y para todos los que anhelan un futuro mejor para la humanidad y para el planeta que habitamos.

El 9 de julio, Donald Trump anunció la nominación de Brett Kavanaugh, un fascista comprometido de larga trayectoria, para reemplazar al juez Anthony Kennedy en la Corte Suprema de Estados Unidos. Cuatro de los nueve jueces de la Corte ya son reaccionarios, y todos los nominados potenciales de Trump cuentan con el aval de expertos de derecha en materia jurídica para asegurar su “confiabilidad”.  Así que a ciencia cierta, quien quiera que Trump nominara (de ser confirmado por el Senado estadounidense) le daría una mayoría pro-fascista a la Corte, lo que cambiaría profundamente el terreno jurídico, social y político de Estados Unidos.

Por esa razón, aun antes del anuncio, los liberales y progresistas clamaban amplia y apasionadamente por que el Partido Demócrata tomara una posición muy firme contra una confirmación, e impidiera que Trump nombrara a alguien a la Corte. Se hicieron llamamientos para protestas continuadas en las calles; Michael Moore instó a que un millón de personas rodearan el Capitolio; otros sugirieron que los demócratas boicotearan en masa al Senado, lo que impediría que funcionara. La gente sentía que esto es una emergencia y exigía que las personas cuyo liderazgo siguen actualmente, actuaran en consecuencia.

En lugar de eso, inicialmente los demócratas respondieron encogiéndose de brazos, a manera de decir “ni modo”. El senador Dick Durbin se apresuró a decir que básicamente no hay ninguna manera de bloquear a Kavanaugh, y el senador Richard Blumenthal fue al extremo de declarar que ¡“el Senado no debe hacer nada para demorar artificialmente la nominación”!

Esto realmente enfureció a su base — es decir, como lo describió Bob Avakian, la gente que los demócratas “quieren atraer. No digo que los demócratas representan los intereses de dichas personas, pero a quienes quieren atraer” (Lo BAsico, 3:10). Y la dirigencia rápidamente se dio cuenta que podría perder su control político sobre esa base si no hiciera al menos algo para tratar de impedir la confirmación y no una oposición meramente formal. Un alto ayudante demócrata le dijo a The Intercept (en inglés): “Si no damos pelea, pues nos saldrá muy caro”. Por lo que optaron por el “Plan B”: que en gran parte no significa más que prometer a hacer “preguntas difíciles” durante las audiencias de confirmación, especialmente respecto a la posición de Kavanaugh sobre Roe contra Wade, la decisión de la Corte Suprema que despenalizó el aborto y que ahora pende de un hilo.

Esto es una maldita farsa, como si fuera nominado el jefe de la Asociación Nacional del Rifle, y los demócratas prometieran hacerle “preguntas difíciles” ¡sobre su posición respecto al control de armas de fuego! Es perfectamente clara ya la posición reaccionaria de Kavanaugh respecto al aborto (y toda una variedad de otros temas). Las audiencias de confirmación no son más que una oportunidad para que él cree confusión al respecto (y que mienta sobre lo que hará), tranquilice a los progresistas y les dé un pretexto a los senadores titubeantes para que votaran por él según su “comportamiento” en las audiencias.

Lo que hace falta no son “preguntas difíciles” sino un rechazo furioso al derecho de este régimen fascista ilegítimo de consolidar sus garras en el poder judicial, y una lucha intensa no sólo para bloquear esto, sino para expulsar al régimen en su conjunto.

¿Quién es Brett Kavanaugh?

Debajo de las necedades cuidadosamente confeccionadas y humildes de “ni modo” y el supuesto interés en la “diversidad” y las mujeres que él aparentó la noche que Trump anunció su nominación, Kavanaugh es un fascista duro que no sólo quiere retrasar el reloj a los años cincuenta, sino, en maneras importantes, a los años 1650, antes del período de la “Ilustración” de Europa.

En un discurso de septiembre de 2017 (en inglés), Kavanaugh contó que, como estudiante de derecho en Yale en 1987, su “primer héroe judicial” era el magistrado en jefe de la Corte Suprema William Rehnquist. ¿Qué es lo que admiró de Rehnquist? Primero y ante todo, que Rehnquist era uno de los dos jueces que disintieron contra Roe c Wade, y aun después de perder ese caso, Rehnquist batalló durante décadas para derogar Roe.

Cabe examinar esto a fondo. Kavanaugh repite el argumento de Rehnquist de que el aborto era un derecho “no enumerado” —es decir, la Constitución no lo otorga explícitamente— y que el derecho al aborto no tiene “arraigo en las tradiciones ni la conciencia de nuestro pueblo”. Y, por lo tanto, no se debe agregar a la Constitución ni derivarlo de la Constitución.

En otras palabras, debido a que la Constitución, en 1789, no mencionó el derecho de la mujer de decidir si tener a un hijo y cuándo tenerlo y debido a que va contra los valores tradicionales de “nuestro pueblo” (y en realidad esto se refiere a los cristianos blancos conservadores los que los fascistas consideran el “verdadero” Estados Unidos), no se debe reconocer o ejercer este derecho.

Aquí es importante notar que los fundamentos jurisprudenciales de Roe c Wade —que la Constitución protege un derecho implícito (o sea, no “enumerado”) a la privacidad y que la interferencia gubernamental en la decisión médica personal de decidir hacerse un aborto violaría ese derecho— es el mismo argumento básico que se usó para despenalizar la contracepción en 1965 (Griswold c Connecticut). Y la contracepción está en la mira de los fascistas cristianos al mismo grado que el aborto, porque su verdadero interés no tiene nada que ver con los “derechos” de los “bebés sin nacer”, sino con la esclavización de las mujeres reduciéndolas a incubadoras y criadoras de niños. Así que una vez que caiga Roe c Wade, con la misma lógica es muy probable que pongan en la mira a Griswold y lo deroguen.

Además, piensen en cuáles otros derechos no serían aceptables según estos criterios. ¿La Constitución “enumeró” los derechos gay, y los cristianos blancos conservadores los apoyan hoy? ¿El derecho al matrimonio interracial? ¿El derecho de los negros de vivir, trabajar, incluso caminar, donde quieran, libres de la discriminación racial? El razonamiento de Rehnquist —y de Kavanaugh— es una justificación jurídica para la visión fascista de “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser blanco (y cristiano)” y para meter a porrazos a las mujeres de nuevo en “su lugar”.

Esta lógica jurídica (que Kavanaugh y otros fascistas llaman “originalismo”) sostiene básicamente que las leyes que rigen a las personas en la actualidad deben fundamentarse en el punto de vista y la orientación de “los Fundadores”, esa camarilla de hombres —en su mayoría amos de esclavos— cuya Constitución estimó el valor de un negro en tres quintos de un ser humano y no otorgó a las mujeres (ni a los hombres blancos sin propiedad) ¡el derecho de votar! (Los “originalistas” sí aceptan —o al menos aceptan de labios para afuera— la Decimocuarta Enmienda, aprobada después de la guerra de la Secesión, que supuestamente extendió derechos plenos a los negros, y la Decimonovena Enmienda, aprobada en 1919, que otorgó a las mujeres el derecho de votar. Pero esto no cambia el hecho de que su punto de partida para configurar las leyes hoy día es una celebración e idealización inequívoca de una Constitución que estableció un marco abiertamente supremacista blanco y supremacista masculino para la sociedad.)

¿Qué tan jodida tiene que ser una sociedad para que eso sea la jurisprudencia convencional, la que incluso sus críticos liberales comentan con respecto y seriedad? Y, ¿qué tan aterrorizador es que los defensores de esta teoría estén en el umbral de amarrar su control sobre todo el sistema judicial?

Pero la “valoración” de Kavanaugh por Rehnquist no se limita a eso — ¡con orgullo señala la defensa de Rehnquist a orar en las escuelas y la oposición abierta a la separación entre la iglesia y el estado! Kavanaugh dijo: “Rehnquist tenía un papel central para cambiar la jurisprudencia y convencer a la corte que era errónea la metáfora del muro [o sea, un “muro” que separa la iglesia y el estado] como materia de las leyes y la historia”. Esto es un rechazo no sólo de un principio expresado explícitamente por Thomas Jefferson y que se fundamenta firmemente en el “texto original” de la Constitución; sino que también va contra todo el sentido de la Ilustración de los siglos 16 y 17 en Europa, con el rechazo del dominio de la ignorancia religiosa y el poder “terrenal” de la iglesia y la aceptación del gobierno secular (no religioso) y la autoridad social de la ciencia como la manera de conocer la realidad. Y esto es muy similar al movimiento fascista cristiano de hoy, que está al centro del régimen de Trump y Pence y busca imponer su marca de fanatismo religioso en la sociedad en su conjunto. La confirmación de Kavanaugh adelantará mucho más la plasmación de esa visión teocrática.

El historial de Kavanaugh como picapleitos y jurista fascista

Kavanaugh no solo “admiraba” a Rehnquist, sino que era parte de un movimiento reaccionario en el ámbito jurisprudencial (del cual la Sociedad Federalista es una expresión importante) para “retomar” la sociedad con su ideología y programa reaccionarios1.

Durante 20 años, Kavanaugh estaba al frente jurisprudencial de casi todas las principales batallas que emprendieron los fascistas. De 1995 a 1997, jugó un papel importante en la campaña para someter a un proceso de destitución a Bill Clinton por tener una aventura con la pasante de la Casa Blanca, Monica Lewinsky. (Lea aquí un análisis a fondo y aún muy relevante, de Bob Avakian, de este primer intento de usurpar el poder por parte de las fuerzas fascistas cristianas en la clase dominante de Estados Unidos). En esta capacidad, Kavanaugh insistió en el interrogatorio íntimo y cuasi pornográfico a Clinton sobre sus actos sexuales, que luego se publicó en el informe de Ken Starr. Y Kavanaugh escribió los principales argumentos jurisprudenciales para el proceso de destitución.

En la primavera de 2000, Kavanaugh representó a los reaccionarios cubanoamericanos en Miami que querían impedir que se devolviera Elián González, de seis años, a su padre en Cuba después de la muerte de su madre. En noviembre de 2000, después de la reñida elección entre George W. Bush y Al Gore, Kavanaugh participó en el equipo legal de Bush cuyos argumentos ante la Corte Suprema lograron detener un recuento de votos en Florida, lo que esencialmente le dio el triunfo a Bush aunque Gore había ganado el voto popular. También en 2000, Kavanaugh representó al gobernador de Florida Jeb Bush en un esfuerzo fallido de desviar dineros para la educación pública a las escuelas religiosas privadas.

De 2003 a 2008, Kavanaugh se fungió como asesor en materia jurídica y luego secretario del personal de George W. Bush. Durante todo este período, el área jurídica de la Casa Blanca participaba en la redacción de justificaciones jurídicas para la práctica de la administración de detener indefinidamente a los “combatientes enemigos” —un término inventado para eludir los requisitos bajo el derecho internacional y de Estados Unidos sobre el tratamiento humanitario a los prisioneros de guerra— y para la extensa tortura a los detenidos tanto en Guantánamo como en los “sitios negros” secretos de la CIA en todo el mundo. En su testimonio ante el Senado en 2006, Kavanaugh dijo que no había participado y que no sabía nada de nada de esto, lo que se consideraba un testimonio inverosímil en ese momento, y desde ese entonces ha salido que él ocultó al menos una reunión sobre estas políticas en que estuvo presente.

En 2006, Kavanaugh fue confirmado como juez de la corte federal de apelaciones en Washington, D.C. Sus decisiones, opiniones discrepantes y otros escritos y declaraciones públicos desde ese entonces han seguido mostrando a una persona consecuente y firme en su apoyo a la expansión de los poderes del gobierno para torturar e interceptar teléfonos, y a la vez limitar los poderes del gobierno para restringir el saqueo corporativo y destrucción del medio ambiente. Kavanaugh se ha pronunciado repetidamente en contra de los derechos de los trabajadores a protestar bajo la Primera Enmienda, mientras afirma que “La Primera Enmienda... protege el derecho de los ciudadanos individuales [es decir, las personas muy ricas] de gastar cantidades ilimitadas de dinero para expresar sus puntos de vista sobre los asuntos de política oficial y los candidatos a cargos públicos”, así como el derecho “según la Primera Enmienda” de los cristianos conservadores de discriminar contra las personas gay.

Y muy recientemente, Kavanaugh rindió una opinión discrepante contra la decisión del tribunal de Washington, D.C. que permitió que se hiciera un aborto una adolescente embarazada, una inmigrante detenida por el gobierno federal. Si bien por su complejidad, no es posible analizar esta decisión en su totalidad aquí (lea el artículo de revcom sobre la decisión de la Corte Suprema al respecto), llaman la atención dos cosas: primero, aunque Kavanaugh admite que Roe contra Wade determina que la joven tiene el derecho a un aborto, sostiene repetidamente que el gobierno tiene “intereses permisibles para favorecer la vida fetal, proteger los mejores intereses del menor y no facilitar el aborto” sin indicar nunca interés alguno en el derecho de esta joven de decidir no tener un hijo. Y segundo, dice repetida —y sarcásticamente— que la decisión de permitir el aborto “se basa en última instancia en un principio constitucional tan novedoso como lo es erróneo: un nuevo derecho del que disponen los menores migrantes ilegales bajo detención del gobierno de Estado Unidos, de hacerse un aborto inmediato al solicitarlo”. ¡Como si fuera algo malo que tuvieran acceso a una atención médica crucial y liberadora las jóvenes atrapadas durante el asalto del régimen de Trump y Pence a los inmigrantes!

Lo que sale a relucir aquí es el punto de vista de una persona que se opone a Roe contra Wade y busca cualquier argumento para restringirlo, pero quien no es capaz —desde su posición, en ese momento, en un tribunal inferior— de hacer algo para derogarlo. Si se confirma a Kavanaugh para la Corte Suprema, ya no estará obligado a respetar los precedentes, sino que estará en una posición —junto con los otros jueces fascistas— para derogar viejos precedentes y crear nuevos precedentes que se cuadren con sus puntos de vista reaccionarios.

Un firme defensor del poder presidencial

La otra posición “sobresaliente” de Brett Kavanaugh es que es un emperrado defensor del poder ejecutivo fascista sin trabas. En 2009, después de trabajar en la administración de George W. Bush, dio una media vuelta total después de jugar un papel agresivo de perseguir a Bill Clinton por impropiedades sexuales, y escribió un artículo en el que declaró que los presidentes deben contar con protección —exenciones— de toda demanda o investigación judicial. Sostuvo que someter a los presidentes a lo que él consideraba como asuntos legales “que consumen mucho tiempo y causan distracción” —a lo que están sometidas las demás personas en Estados Unidos— “mal serviría al interés público, especialmente en tiempos de crisis financiera o de seguridad nacional”.

Escribió este artículo en 2009, antes de que Trump llegara a la presidencia. Pero en una opinión legal escrita en enero de 2018 —mucho después de que Trump ocupara la presidencia y hubiera hecho muchos avances en el proceso de concentrar todo el poder ejecutivo únicamente en sus propias manos, desvariando contra toda restricción legal y subordinando la autonomía de otros organismos federales que son parte del poder ejecutivo—, Kavanaugh escribió: “Para prevenir la tiranía y proteger la libertad individual, los autores de la Constitución... depositaron la plena responsabilidad del poder ejecutivo en un presidente de Estados Unidos, elegido por el pueblo y que rinde cuentas ante el mismo”.

Por lo anterior, se perfila Kavanaugh como una persona que asumirá posiciones firmes contra cualquier esfuerzo, sea de los rivales de Trump en la clase dominante o de sectores más amplios de la sociedad, de “someter” a Trump al estado de derecho, o de limitar su acumulación de poder sin precedentes, lo que se conocía en la Alemania nazi como “el gobierno del Führer”.

En juego: el futuro de la humanidad y del planeta

Lo que está en juego en la nominación de Kavanaugh no es una “erosión” de nuestros derechos civiles y libertades, como suelen presentarlo los comentaristas liberales. Si bien nadie puede decir con una certeza absoluta lo que hará Kavanaugh, o cómo reaccionarán otras fuerzas, es muy probable que su confirmación para la Corte Suprema represente un gran salto en la consolidación de un régimen fascista, la solidificación de la posición de Donald Trump “por encima de la Ley” y en particular la brutal resucitación de condiciones dantescas para las mujeres y las personas LGBTQ.

No es aceptable “dar la apariencia” de luchar contra todo esto, siempre consciente de que Kavanaugh sí será confirmado y en general al decirle a la gente que él sí será confirmado, como lo está haciendo el Partido Demócrata. Lo que se necesita es una lucha total y decidida con la participación de un creciente número de personas en las calles y lucha en muchos otros ámbitos, y de hacer esto como parte de acumular fuerzas para expulsar por completo al régimen.

Cualquier cosa que quede corto de eso constituye, francamente, una capitulación ante un régimen fascista que causará estragos muy graves para la humanidad y el planeta.


1. Para que quede claro, aunque no es el tema de este artículo, el sistema judicial contra el cual se rebelaron las personas como Kavanaugh ya era muy reaccionario. Entre otras cosas, era el instrumento para encarcelar a millones de negros, latinos, indígenas y blancos pobres en una orgía de treinta años de encarcelación en masa que tenía como objetivo controlar y reprimir a las poblaciones que no contaban con ningún futuro bajo este sistema. Pero eso ni siquiera fue lo suficientemente reaccionario para estos fascistas. [regresa]


 

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