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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



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Coerción y humillación impregnan la cultura estadounidense

Bradley Manning lucha por su equilibrio mental

Alexander Cockburn
www.thefirstpost.co.uk
8 de enero de 2011

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Durante los últimos siete meses, el soldado estadounidense de 22 años Bradley Manning, estuvo incomunicado bajo constante acoso en su celda 23 de 24 horas, primero en una prisión del ejército en Kuwait, ahora en el calabozo en Quantico, Virginia. Si sus ojos se cierran entre las 5 de la mañana y las 8 de la noche lo sacuden para despertarlo. Durante el día tiene que responder “sí” a los guardias cada cinco minutos. Una hora por día, lo llevan a otra celda en la que camina siguiendo la forma de un ocho. Si se detiene lo devuelven a su otra celda.

Manning es acusado de entregar documentos a Julian Assange de WikiLeaks. No ha sido juzgado ni condenado. Visitantes informan que Manning está en franca decadencia mental y física. Los esfuerzos de su abogado por mejorar su condición han sido rechazados por el ejército.

Acusaciones de que el trato que se le da equivale a tortura han sido denunciadas con indignación por destacados conservadores que llaman a que se le ejecute sumariamente. Después que el columnista Glenn Greenwald hizo público el tratamiento infligido a Manning a mediados de diciembre, hubo una conmoción moderada. El máximo controlador de tortura de la ONU investiga su caso.

Mientras tanto, Manning enfrenta meses, si no años, de lo mismo. ¿Terminará como el acusado chicaguense José Padilla, en aislamiento y silencio total durante cuatro años antes de su juicio en 2007? Padilla fue condenado como terrorista a 17 años, pero sólo después que su abogado fue informado por personal de la prisión de que había llegado a ser dócil e inactivo hasta el punto parecer “un mueble”.

Recién comenzado el año 2011, la tortura está sólidamente instalada en el arsenal represor de EE.UU. Ya no se oculta en las sombras, sino existe abiertamente y es central, aplaudida vigorosamente por destacados políticos. La coerción y la humillación impregnan la cultura, hasta el punto que antes de Navidad, los viajeros estadounidenses comenzaron a rebelarse contra los invasivos cacheos manuales realizados por equipos de seguridad de la TSA [Administración de Seguridad en el Transporte] en los aeropuertos. Se quejaron de ser toqueteados en pechos y entrepiernas.

Siempre hubo mucha tortura, clandestina, tal como hubo asesinatos. Después de la Segunda Guerra Mundial, el predecesor de la CIA, OSS, importó expertos nazis en técnicas de interrogatorio. Pero eran los tiempos de la competencia de la Guerra Fría: el Tío Sam, el Bueno, contra el los sucios rusos y chinos. El gobierno de EE.UU. recurría a extremos desesperados para rechazar acusaciones de que sus agentes en la CIA o USAID practicaban la tortura.

Un caso famoso fue el de Dan Mitrione, que trabajaba para la Agencia de Desarrollo Internacional de EE.UU. enseñando refinamientos de las técnicas de tortura a interrogadores brasileños y uruguayos.

Mitrione terminó por ser secuestrado y ejecutado por los guerrilleros tupamaros. Fue el tema de la película de Costa Gravas Estado de sitio. La CIA montó grandes operaciones de encubrimiento para tratar de desacreditar las acusaciones contra Mitrione, quien fue citado como diciendo a sus estudiantes: “El dolor preciso, en el lugar preciso, en la cantidad precisa, para el efecto deseado”.

La conciencia liberal estadounidense comenzó a acomodarse a la tortura en junio de 1977, el mes en el cual el Sunday Times de Londres publicó una importante denuncia de la tortura de palestinos por las fuerzas armadas israelíes y la agencia de seguridad Shin Bet. Repentinamente partidarios estadounidenses de Israel argumentaron que ciertas técnicas –deprivación sensorial, prolongadas posiciones de estrés con capucha, encarcelación en ‘celdas’ del tamaño de cajas de embalaje, etc.– no eran en cierto modo realmente tortura, o constituían tortura moralmente justificable según la teoría de la ‘bomba que amenaza con estallar”.

Todavía faltaba el espectáculo del profesor Alan Dershowitz de la Escuela de Derecho de Harvard, un supuesto defensor liberal de los derechos civiles, que recomendó a Israel la noción de “órdenes judiciales de tortura”. Las víctimas de las órdenes serían “sometidas a medidas físicas judicialmente controladas diseñadas para causar dolor intolerable sin dejar ningún daño duradero”. Una forma de tortura recomendada por el profesor de Harvard era “la aguja esterilizada metida bajo las uñas de los dedos”.

Con la Gran Guerra contra el Terror, lanzada después del ataque del 11-S de 2001 contra el World Trade Center, la tortura inició su marcha hacia la plena luz del día. El viaje era presidido por el secretario de defensa de George Bush, Donald Rumsfeld.

En Guantánamo, fue Rumsfeld quien dio la aprobación verbal y luego escrita para que se torturara a sospechosos, utilizando las tristemente célebres técnicas de aislamiento, privación del sueño y degradación psíquica, y el secretario de defensa micro-dirigió personalmente las humillaciones, algunas de las cuales involucraron ropa interior femenina.

En el caso de Abu Ghraib en Iraq, existe nuevamente una senda de evidencia que muestra que fue Rumsfeld quien decretó y monitoreó personalmente posiciones de estrés, fobias individuales como miedo a perros, privación del sueño y waterboarding (asfixia simulada con agua).

Una oficial del ejército de EE.UU., Janis Karpinski, describió que encontró en Abu Ghraib un trozo de papel pegado a un poste frente a una pequeña oficina utilizada por los interrogadores. Era un memorando firmado por Rumsfeld, autorizando técnicas como el uso de perros, posiciones de estrés, hambruna. En el papel, manuscrito por Rumsfeld, aparecía la tersa instrucción: “¡Asegúrense de que esto suceda!”

En el frente interior, la tortura como modo drástico de control social floreció en el sistema carcelario estadounidense, cuya población comenzó a aumentar vertiginosamente en los años setenta hasta el total actual de 2,5 millones. Informalmente, la violación de varones autorizada fue a la par con la incomunicación cada vez más sádica y la prolongada privación sensorial – condición con la cual unos 25.000 prisioneros enloquecen actualmente.

Al terminar los años de Bush, los liberales se atrevieron a esperar un retorno al vigor de la ley y con ello al respeto a prohibiciones internacionalmente acordadas de la tortura, y al tratamiento a combatientes. Aumentaron las esperanzas de que los torturadores, que bajo el comando de Bush tuvieron su apogeo, enfrentaran acusaciones formales. El candidato Obama alentó esa esperanza.

El 21 de enero de 1977, en su primer día en funciones, el presidente Jimmy Carter cumplió su promesa en la campaña electoral, y emitió un perdón a los que eludieron el servicio en la guerra de Vietnam huyendo de EE.UU. o evitando el registro. Si hubiera esperado uno o dos meses, ya estaría terminando la luna de miel y podría haber perdido el control.

En su segundo día en funciones, el presidente Obama firmó una serie de órdenes ejecutivas para cerrar dentro de un año el centro de detención de Guantánamo, prohibir los métodos más duros de interrogatorio y reexaminar los juicios militares por crímenes de guerra. En su primer discurso sobre el Estado de la Unión, una semana después, Obama declaró ante una sesión conjunta del Congreso: “Estoy aquí esta noche y digo sin excepción o equivocación que EE.UU. no tortura. Puedo hacer ese compromiso aquí esta noche.”

Días después de su falsa garantía, abogados del Departamento de Justicia de Obama dijeron en términos explícitos a los jueces estadounidenses que el nuevo gobierno no cambiaría las políticas de Bush sobre el estatus legal de entregas y de presuntos combatientes enemigos.

Abogados del Departamento de Justicia de Obama subrayaron ante los jueces que ellos, como los abogados del Departamento de Justicia instruidos por los hombres de Bush, insistían en que los cautivos capturados por el gobierno de EE.UU. y enviados a prisiones secretas para ser torturados no tenían un estatus legal en los tribunales de EE.UU. y que el régimen de Obama no tenía obligaciones legales de defender o incluso de admitir sus acciones en ningún tribunal estadounidense. “Combatientes enemigos” no recibirían protecciones legales internacionales, sea en el campo de batalla en Afganistán o, si eran secuestrados por personal estadounidense, en algún otro sitio del mundo.

El sistema de tortura florece, y las fronteras del imperio estadounidense están marcadas por centros de tortura en el exterior como Bagram. Todavía hay detenidos en Guantánamo –en noviembre del año pasado, 174. Supuestamente serán destinados a una Supermax [cárcel de máxima seguridad] en Illinois. Manning lucha por su equilibrio mental en Quantico.

Memorando a David Cameron. Resista todas las solicitudes de extradición del gobierno de EE.UU., sobre la base de que los acusados de terrorismo no pueden posiblemente esperar otra cosa que tortura y un tribunal irregular y arbitrario.

Fuente: http://www.thefirstpost.co.uk/73357,news-comment,news-politics, alexander-cockburn-why-bradley-manning-is-fighting-for-his-sanity-wikileaks-julian-assange

Alexander Cockburn. Periodista, co-director del bimensual CounterPunch y del sitio internet homónimo (www.counterpunch.org).


 

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