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La guerra contra el terror se desplaza al Yemen y Somalia

Glenn Greenwald
Publicado originalmente en: The War on Terror, now starring Yemen and Somalia
Salon, 18/07/2011
disenso.wordpress.com
22 de julio de 2011

Hay en marcha una campaña concertada para asegurar que la bonanza de la Guerra contra el Terror continúa sin problemas a raíz de la muerte de Osama Bin Laden, e incluso a pesar del reconocimiento de Leon Panetta de que Al Qaeda tiene tan solo “menos de dos docenas de comandos” en todo el planeta.

Ese esfuerzo se basa principalmente en pregonar la existencia de una nueva alianza del mal —la más temible desde los Maestros del Mal de Marvel Comic— entre Al Qaeda de la Península Arábiga (mayoritariamente en Yemen) y el grupo Al Shabab en Somalia. Para desarrollar esta campaña, se están lanzando todos los recursos propagandísticos, mientras que el aparato de la Guerra contra el Terror se está simplemente redirigiendo hacia estos países. Más aún, los medios de comunicación del establishment están siendo utilizados para difundir estos mensajes mediante conocidas y dudosas prácticas periodísticas.

En los últimos meses, miembros del gobierno han estado insistiendo en que la mayor amenaza terrorista proviene ahora del Yemen. Casi antes de que el cuerpo del líder de Al Qaeda tocara el fondo del océano, el gobierno de EEUU y los medios de comunicación ya tenían, ya habían fabricado, un nuevo Osama Bin Laden en la persona del ciudadano estadounidense Anwar Awlaki, residente en Yemen. La administración Obama ha intensificado el programa existente de aviones teledirigidos y ha iniciado una nueva campaña de estos aviones de la CIA en Yemen (uno que acaba de matar a una gran cantidad de personas el pasado fin de semana), además de haber proporcionado, pese a todos los desmentidos públicos, armas a Arabia Saudí para que ataque a un grupo rebelde del norte de Yemen. Yemen es, también, la justificación para que Obama intente institucionalizar un programa de asesinatos de ciudadanos estadounidenses sin las debidas garantías procesales.

La administración acaba de dar comienzo a una campaña de aviones teledirigidos en Somalia. Y como ha revelado Jeremy Scahill la semana pasada, EEUU está llevando a cabo interrogatorios en una prisión secreta de Mogadiscio, repleta de personas de ese país y de otras procedentes de otros países africanos, a petición de EEUU. Así como el Comunista fue sustituido sin problemas por el Terrorista cuando se necesitó un nuevo enemigo, la muerte de Osama Bin Laden y la casi inexistencia de Al Qaeda en Afganistán significa que ahora Yemen y Somalia son los nuevos campos de batalla de la Guerra contra el Terror.

Jugando el típico y servil papel de los medios de comunicación del establishment para propagar esta nueva narrativa, tenemos un artículo de Brian Bennett en Los Angeles Times. Titulado “Al Qaeda’s Yemen branch has aided Somalia militants, U.S. says”, el artículo cita anónimamente a “fuentes oficiales del antiterrorismo de EEUU” para limitarse a hacer de portavoz de la línea oficial del gobierno, a saber, que ahora nos enfrentamos con “una amplia alianza de grupos terroristas”. Estas fuentes anónimas dicen que “los líderes de Al Qaeda de la Península Arábiga en Yemen han instado a los miembros de la milicia extremista Shabab para que ataquen objetivos fuera de África por primera vez” y que Bin Laden “había tratado de fortalecer los vínculos operativos entre Al Qaeda y Shabab”. Con otras palabras, fuentes anónimas de los servicios de inteligencia norteamericanos acudieron a Los Angeles Times para explicar cuáles son los deseos y aspiraciones de una temible alianza terrorista, y el periódico reproduce esas revelaciones de forma acrítica.

Aunque no hay nada sorprendente en esta práctica periodística corrupta —conceder el anonimato a fuentes del gobierno para dar a conocer la línea oficial y ponerlo todo por escrito acríticamente es el alfa y omega del verdadero periodismo de seguridad nacional—, hay un par de pasajes especialmente graves en este artículo que merece la pena señalar. Para poner de relieve cómo promueve Bennett, con entusiasmo y sin reflexión, la política del gobierno, veamos este pasaje:

    Como muestra de la ampliación del frente, los aviones teledirigidos de EEUU dispararon misiles contra supuestos militantes en Yemen en mayo, y en Somalia en junio. Estos fueron los primeros ataques del ejército de EEUU que se conocen en Yemen desde 2002 y en Somalia desde 2009.

Esa afirmación es falsa. En diciembre de 2009, se arrojaron en Yemen misiles crucero norteamericanos que llevaban bombas de racimo, matando a 41 personas, entre ellas 14 mujeres y 21 niños. Cables hechos públicos por WikiLeaks revelaron que la administración Obama perpetró ese ataque, así como un segundo ataque aéreo ese mismo mes (cuyo objetivo era Awlaki). En mayo de 2010, la administración Obama lanzó otro ataque en ese país que “mató al vicegobernador de la provincia, un respetado líder local que, según fuentes oficiales del Yemen, había intentado hablar con miembros de Al Qaeda para que renunciaran a su lucha”. Este fue “al menos el cuarto ataque de este tipo” en Yemen desde diciembre de 2009. No solo no hubo ninguna discusión pública por parte de miembros de la administración estadounidense de esta escalada de bombardeos, sino que EEUU permitió que su aliado, el dictador yemení Alí Abdulá Saleh, reclamara pública y falsamente toda responsabilidad por los mismos.

Sin embargo, aquí tenemos a Bennett, de Los Angeles Times, sirviendo al gobierno al decir a sus lectores que los ataques con aviones teledirigidos en mayo de este año “eran los primeros ataques del ejército de EEUU que se conocen en Yemen desde 2002″. Lo que hace que esa afirmación sea tan inexcusable —dejando de lado su falsedad y lo extraño que es que un periodista que escribe sobre Yemen no lo supiera— es que esos ataques de 2009 y 2010, que Bennett ocultó a sus lectores, jugaron un papel muy importante entre las causas de la existencia de un problema terrorista en Yemen. Como explicó The Christian Science Monitor cuando informó sobre el ataque norteamericano con bombas de racimo en Yemen en 2009:

    Así como el elevado número de víctimas civiles de los ataques norteamericanos contra militantes han alimentado el extremismo en Irak y Afganistán, el mismo fenómeno se está repitiendo ahora en Yemen, dice Gregory Johnsen, especialista en Yemen.

    “Lo que está intentando hacer EEUU en Yemen en estos momentos es muy peligroso, porque se ajusta perfectamente a la estrategia más amplia de Al Qaeda de la Península Arábiga (AQPA), en la que dice que Yemen no es diferente de Irak y Afganistán”, dice el Sr. Johnsen, de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, quien añade que AQPA puede reclutar también militantes fuera del Yemen. “Pueden argumentar que Yemen es un frente legítimo de la Yihad [...] Han estado argumentando así desde 2007, pero incidentes como este son el pienso de este argumento”.

Si usted arroja bombas de racimo en un país y masacra a docenas de mujeres y niños con aviones teledirigidos, y luego mata a un popular gobernador, es seguro que va a generar ira y hostilidad contra el país extranjero responsable y, además, dará fuerza al mensaje de los extremistas de que están siendo atacados por EEUU y que la Yihad está, pues, justificada. Esta es una observación chocante, lo sé, pero los lectores del Los Angeles Times, o al menos del artículo citado, no tienen ni idea de lo que ha estado haciendo EEUU en Yemen.

El hecho de que EEUU esté creando el mismo problema de terrorismo que dice combatir es uno de los más cruciales puntos en discusión sobre la política antiterrorista norteamericana —esto fue explícitamente reconocido por un grupo de trabajo sobre terrorismo creado por Rumsfeld en 2004—, pero apenas se oye en el discurso político estadounidense. Este hecho ha sido subrayado por el trabajo de Noor Berham, que ha pasado tres años documentando minuciosamente los resultados de los ataques de aviones teledirigidos norteamericanos en Pakistán con fotografías tomadas in situ:

    Noor Berham dice que su concienzudo trabajo ha descubierto una importante —y no reconocida— verdad sobre la campaña de aviones teledirigidos estadounidenses en las regiones tribales de Pakistán: que han resultado muertos o heridos muchos más civiles que los que admiten los norteamericanos y pakistaníes. [...]

    “Por cada 10 o 15 personas muertas, solo una de ellas era militante”, dijo. “No voy a contar cuántos talibanes han muerto. Voy a contar cuántos niños, mujeres, personas inocentes han muerto”. [...]

    Según Noor Berham, los ataques no solo matan a personas inocentes, sino que dejan una gran cantidad de heridos y radicalizan a la población. “Después de un ataque, hay trozos de carne esparcidos alrededor. No puedes encontrar cuerpos. Los lugareños recogen esos trozos de carne y maldicen a EEUU. Dicen que EEUU les está matando en su propio país, dentro de sus casas, solo porque son musulmanes.

    “Los jóvenes de la zona donde se ha producido el ataque enloquecen de rabia. El odio se acumula en aquellos que han visto un ataque de un avión teledirigido. Los norteamericanos creen que la cosa funciona, pero el daño que están haciendo es mucho más grande”.

    Incluso cuando los aviones teledirigidos golpean un objetivo deseado, la fuerza de la explosión es tan grande que las casas de los alrededores, a menudo hechas de barro cocido, caen derruidas, aplastando a los que están dentro, dijo Noor Berham. Una de las fotografías muestra una maraña de escombros que, según dijo, eran los restos de cinco casas afectadas por un bombardeo.

Este tipo de reportajes es tan peligroso que la mayoría de los medios de comunicación se basan en las afirmaciones de las fuentes oficiales norteamericanas y pakistaníes, ofreciendo, por tanto, sus versiones sobre el número de “militantes” muertos en el ataque. Sin embargo, Berham insiste en que esas declaraciones son engañosas debido a lo que omiten y que EEUU está haciendo mucho más daño que bien con estos ataques con aviones teledirigidos en términos de su supuesto objetivo (eliminar el terrorismo). Otra prueba de esto es ofrecida por el Índice de Harper de mayo de 2011, donde se dice:

    Número mínimo de personas muertos por ataques con aviones teledirigidos de la CIA en Pakistán el año pasado: 607

    Número de personas que aparecían en una lista de EEUU con los terroristas más buscados: 2

Las informaciones de los medios de comunicación norteamericanos, como la que apareció el pasado fin de semana en Los Angeles Times, presentan la escalada de ataques militares norteamericanos como una respuesta a la creciente amenaza terrorista, en lugar de lo que realmente son: una causa importante de esa amenaza. También podríamos examinar la evidente relación entre estos ataques y la caída en picado de la imagen pública de EEUU en el mundo árabe y musulmán.

Al margen de esto, véase este sorprendente pasaje del artículo de Los Angeles Times acerca de cómo estas fuentes oficiales anónimas se enteraron de lo que están diciendo sobre una gran alianza AQPA/Shabab:

La CIA consiguió otra información cuando las autoridades somalíes les permitieron entrevistar a militantes del Shabab encarcelados en Mogadiscio, la capital somalí, dijeron las fuentes norteamericanas. La CIA preguntó por la capacidad de los militantes para lanzar ataques fuera de Somalia, así como por la estructura de mando del grupo.

Este pasaje se refiere, presumiblemente, a la prisión secreta de Mogadiscio que descubrió Scahill, en la que la CIA paga a agentes somalíes para que la custodien y en la que ellos están constantemente presentes. La idea de que las autoridades somalíes “permitirían” generosamente a la CIA “entrevistar” a presos allí es pura propaganda de la CIA e ignora los hechos que descubrió Scahill: que esta es realmente una prisión diseñada y mantenida por EEUU. Y, por supuesto, nada se discute sobre los derechos humanos y legales de los presos en instalaciones secretas como esta, que están fuera del alcance de los organismos supervisores de los derechos humanos, ni tampoco sobre el papel que estas prácticas juegan en la expansión del sentimiento antiamericano.

Solo hay que mirar lo poco que han cambiado los círculos políticos y mediáticos cuando se trata de la Guerra contra el Terror. La propaganda y las tácticas políticas son prácticamente idénticas; solo los nombres y los lugares han cambiado. Tenemos fuentes oficiales anónimas que hablan continuamente de la nueva amenaza terrorista y los nuevos cerebros terroristas, periodistas que no hacen nada más que reproducir acríticamente lo que aquellos dicen, masacres de civiles y cárceles e interrogatorios secretos transferidos a los nuevos campos de batalla, y todos los nuevos pretextos para no solo continuar, sino intensificar la Guerra contra el Terror bajo un nuevo nombre. La Guerra contra el Terror es una auténtica industria autosostenible: engendra una y otra vez su propia justificación.


Glenn Greenwald es periodista de la revista Salon y autor de libros como How Would a Patriot Act? (2006), A Tragic Legacy (2007) y Great American Hypocrites (2008).

Traducción: Javier Villate


 

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