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Hadiza: otra pequeña masacre sin culpables

Felicity Arbuthnot
http://iraqsolidaridad.wordpress.com/
12 de febrero de 2012

Traducido del inglés para IraqSolidaridad por Consuelo Delgado

“Estas actitudes son normales en el cuerpo de marines. Los que orinaron sobre los pobres afganos muertos no eran ‘manzanas podridas’; eran el prototipo del soldado medio.”

“[…] Nos reunimos esta noche sabiendo que esta generación de héroes ha hecho que Estados Unidos sea más seguro y más respetado en todo el mundo”. Discurso sobre el Estado de la nación pronunciado por el presidente Barack Obama el 24 de enero de 2012.


Sargento Frank Wuterich, quien dirigió la matanza. Foto: DailyCensored, 23 de enero de 2012.

El 24 de enero, el día en el que el presidente Obama pronunció en el Congreso su último discurso sobre el Estado de la Unión antes de las elecciones, mencionó “[…] la desinteresada generosidad y el trabajo en equipo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, su concentración en la misión que tenían entre manos”. El “desinteresado” sargento Frank Wuterich, que dirigió la masacre de Hadiza, en Irak, se convirtió en el séptimo soldado en salir absuelto [1] del asesinato en masa de veinticuatro personas desarmadas —hombres, mujeres y niños— que se hallaban en tres casas y en un taxi.

Fue otra escalofriante y despiadada orgía a sangre fría [2], que duró cinco horas, en venganza por la muerte de un compañero a quien le estalló una bomba al borde de la carretera y que nada tenía que ver con las familias campesinas que pagaron este precio.

La víctima de menor edad contaba con un año y la de más edad era un hombre de 76 años, amputado en silla de ruedas, llamado Abdul Hamid Hasán, que murió de nueve disparos en el pecho y el abdomen. Los otros niños que murieron tenían tres, cuatro, cinco, ocho, diez y 14 años.

El 9 de mayo de 2007, el sargento Sanick de la Cruz recibió inmunidad judicial a cambio de su testimonio, en el cual afirmó que había visto a Wuterich disparar a cinco iraquíes que querían rendirse. Además afirmó que él y Wuterich habían disparado después a los cuerpos de los fallecidos y que habían orinado en uno de los muertos iraquíes.

“[…] Imaginen lo que podríamos llegar a hacer si siguiéramos su ejemplo [de las tropas estadounidenses]”, dijo el presidente en su discurso, precisamente en una semana en la que se produjo una reacción mundial de repugnancia ante el vídeo de los marines, supuestamente del tercer batallón y segundo cuerpo de marines del Campo Lejeune, Carolina del Norte, que estaban orinando sobre cuerpos muertos en Afganistán.

Según una portavoz del Departamento de Defensa, eso fue, por supuesto, “[…] un comportamiento […] que no se ajusta a los valores de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos […] que no es compatible con los valores básicos [o] indicativo del carácter de los marines en nuestras tropas”.

Ross Caputi, excombatiente del cuerpo de marines que participó en otra masacre, la de Faluya, exactamente un año antes de la de Hadiza, sintió náuseas ante lo que vio y vivió. Ahora hace incansablemente campaña a favor de Irak y de una reparación para Faluya, y cuestiona la risueña visión de los “valores básicos” del Departamento de Defensa. Según informó Caputi a este medio, “[…] Estas actitudes son normales en el cuerpo de marines. Los que orinaron sobre los pobres afganos muertos no eran “manzanas podridas”; eran el prototipo del soldado medio”. Por su franqueza, Caputi ha recibido tal cantidad de amenazas escalofriantes y obscenas de sus antiguos compañeros y del personal del ejército estadounidense (presenciadas por quien ha escrito este artículo) que sirven como testimonio de lo que dice.

Como en Afganistán, la letanía de carnicerías producidas en Irak es un testimonio silencioso de los “valores esenciales”, pero de una clase totalmente diferente. En una expresión que refleja de modo inquietante el concepto de “limpieza”, las casas se “despejan”: primero se lanzan granadas al interior y luego las tropas irrumpen violentamente con sus relucientes rifles automáticos (y más granadas).

Según la descripción del asalto a una casa de Hadiza, hecha por el teniente William T. Kallop: “[…] Los marines despejaron el camino, como se les había entrenado para hacer, es decir, primero con granadas […] Era evidente, por el aspecto de la habitación, que las granadas habían caído dentro y que la casa estaba ‘preparada’ y, luego, la casa fue acribillada y rociada, por así decirlo, con ametralladoras, y después entraron. Y por el aspecto que ofrecía, ellos simplemente entraron, despejaron la habitación y todos fueron abatidos”.

En su meticuloso y emocionante artículo “La masacre de Hadiza: no hay justicia para los iraquíes” [3], Marjorie Cohn escribe: “[…] Citando lo dicho por médicos del hospital de Hadiza, The Washington Post informó: ‘[…] La mayoría de los disparos […] se hicieron a tan corta distancia que atravesaron los cuerpos de los miembros de la familia y penetraron en las paredes o el suelo’”. Y añade que días después de que se hicieran públicos los asesinatos en masa de Hadiza, “[…] las fuerzas estadounidenses mataron a 11 civiles, tras acorralarlos en la habitación de una casa de Isaqui”, en la provincia de Saladino. Todos fueron esposados (es de suponer que no lo fuera el que tenía seis meses) y ejecutados.

Los civiles asesinados en Isaqui son:

Turkiya Muhammed Ali, de 75 años

Faisa Harat Jalaf, de 30 años

Fais Harat Jalaf, de 28 años

Um Ahmad, de 23 años

Sumaya Abdulrasak, de 22 años

Asis Jalil Jarmut, de 22 años

Haura Harat Jalaf, de 5 años

Asma Yusef Maruf, de 5 años

Osama Yusef Maruf, de 3 años

Aisha Harat Jalaf, de 3 años

Husam Harat Jalaf, de 6 meses

“[…] Un informe del ejército estadounidense consideró que no hubo un mal proceder por parte de los soldados estadounidenses”, escribe la profesora Cohen.

Hay campos de fútbol en Faluya llenos de múltiples sepulturas, los parques del hotel y del hospital de Najaf se convirtieron en cementerios, además de los patéticos e innumerables que hay en jardines, en patios; en todo Irak las familias enterraron a sus muertos en casa, pues les hubieran disparado también de haberse arriesgado a llevar a sus seres queridos al cementerio.

En Faluya, si recordamos otras históricas “limpiezas” catalogadas como crímenes de guerra, se prohibió salir de la ciudad o entrar a ella a los varones entre quince y cincuenta y cinco años [4].

Las familias iraquíes que iban en sus coches y a las el personal militar estadounidense disparó, superan todos los cálculos; de hecho, no han sido contabilizadas. Como recordó al mundo el inigualable general Kimmit, “[…] No es productivo contar las muertes de iraquíes”.

Entre los muertos figuraba la familia de Alí Abas, que resultó muerta por un misil perdido estadounidense en el barrio bagdadí de Zafaraniya, con su evocador convento y su antigua iglesia católica. Alí perdió a su madre embarazada, a su padre, a su hermano y a otros trece familiares. También perdió sus brazos. Tenía doce años [5].

Se han presentado alegaciones de ejecuciones sumarias desde Tal Afar, donde la imagen de la niña de meses ensangrentada, cuyos padres habían sido tiroteados por las tropas en su coche, permanecerá imborrable; desde Samarra, al-Qaim, Tal al Jal, Mukaradib, Hamdaniya, Ramadi, Tikrit, Mosul… y desde todos los puntos del país.

En 2006, en Mahmudiya, la adolescente de 14 años Abir Qasim Hamsa fue repetidamente violada y luego asesinada por cinco militares estadounidenses, después de que hubieran asesinado a su madre Fakriya (de 34 años), a su padre Qasim (de 45) y a su hermana de seis años. Todos fueron quemados en un intento de encubrir el crimen [6]. Hubo dos condenas.

Y no olvidemos jamás Abu Ghraib.

Ya han quedado olvidadas las masacres de bodas y funerales, que se convirtieron en típico objetivo de los militares estadounidenses, en una letanía. Una de ellas, al comienzo de la invasión, se produjo justo un mes después del primer ataque brutal a Faluya.

El 19 de mayo de 2004 fue segada la vida de 46 personas que celebraban una boda en el pueblo de Mugridib [7], en una acción de helicópteros de asalto, aviones de ataque y marines. James Mattis, el capitán general del Cuerpo de Marines de Estados Unidos en aquella época, simplemente comentó: “[…] ¿Cuánta gente va a celebrar una boda en medio del desierto?”. Posteriormente dijo que había tardado treinta segundos en decidir el ataque.

Imán Jamás, (entonces directora del Observatorio de la Ocupación de Irak), se arriesgó a recorrer la peligrosa carretera hacia ese pueblo en cuanto lo oyó [8]. Se encontró una carnicería —y restos de los instrumentos musicales, decoraciones, pucheros, sacos de arroz, hornos de pan improvisados, sacos llenos con las sobras para los animales, todos los que habían sido tiroteados— y con algunos testigos supervivientes.

Había manchas de sangre en juguetes, ropas, coleteros de las niñas, baterías de cámaras fotográficas. La familia era comerciante de ovejas. Imán Jamás recordaba: “[…] El suelo estaba lleno de agujeros de bala de distintos tamaños, manchas de sangre por todas partes, algunas de un metro de ancho. En varias de ellas se estaban secando al sol los restos de carne humana… En uno de estos restos quedaba aún pegado a la carne un largo y negro mechón de pelo. No puede ver nada más. Salí corriendo hacia la casa demolida”.

Los integrantes de la familia Rikad Naif, acribillados de esta forma mientras estaban de celebración, eran

1. Mohammad Rikad, de 28 años

2. Ahmed Rikad, de 26 años

3. Talib Rikad, de 27 años

4. Mizir Rikad, de 20 años

5. Daham Rikad, de 17 años

6. Sad Mohammad Rikad

7. Marifa Obeid, esposa de Rikad

8. Fatima Madhi, nuera de Rikad

9. Rad Ahmed, nieto, de 3 años

10. Raid Ahmed, nieto, de 2 años

11. Wad Ahmed, nieto, de 1 mes

12. Inad Mohammad, nieto, de 6 años

13. Anud Mohammad, nieta, de 5 años

14. Amal Rikad, hija, de 30 años

15. Anud Talib, nieta, de 2 años

16. Yolud Talib, nieta, de 6 meses

17. Hamid Munif, yerno, de 22 años

18. Somayia Nauaf, esposa, de 50 años

19. Siham Rikad, hija, de 18 años

20. Hamda Suleiman, esposa, de 45 años

21. Rabha Rikad, hija, de 16 años

22. Zahra Rikad, hija, de 15 años

23. Fatima Rikad, hija, de 4 años

24. Ali Rikad, hijo, de 12 años

25. Hamza Rikad, de 6 años

También murieron cinco miembros de la familia Garagul, trece miembros de una banda de música y tres personas del equipo de fotógrafos. Cuarenta y seis vidas segadas por celebrar una boda. Julud, de 8 meses; Sabha, de 22 años; Iqbal, de 14; Muza, de 12; Feisal y Adil (niños de edad desconocida) fueron hospitalizados. No hubo procesamiento.

Cuando se le preguntó al general Mark Kimit, sobre este modo de asesinar a los asistentes a una fiesta —las tropas arrancaron el oro que las mujeres fallecidas llevaban al cuello, según los relatos coincidentes de los supervivientes—, simplemente respondió: “La gente mala también hace fiestas”. Y cuando le preguntaron por los otros innumerables actos de carnicería, contestó: “Cambie de canal”.


Las víctimas de una de casas en las que se cometió la barbarie el 19 de noviembre de 2005

Como el coste en vidas iraquíes a manos de las tropas estadounidenses llega a los titulares de nuevo, si bien escuetamente, deberíamos recordar algunos de los nombres que se conocen, de entre tal vez 1.700.000 muertos. No son “daños colaterales” o “lamentables incidentes”. Cada uno es un ser humano único y, a menudo, tan sólo son criaturas de meses. En Hadiza las víctimas fueron:

Primera casa:

1. Abdul Hamid Hasin Ali, de 76 años

2. Jamisa Tuma Ali, de 66 años, esposa de Abdul

3. Rashid Abdul Hamid, de 30 años

4. Ualid Abdul Hamid Hassan, de 35 años

5. Yahid Abdul Hamid Hasan, de mediana edad

6. Asma Salman Rasif, de 32 años

7. Abdulah Ualid, de 4 años

Heridos: Imán, de 8 años y Abdul Rahman, de 5 años

Escapados: Hiba, la nuera, con Asia, de 2 meses

Segunda casa:

8. Younis Salim Jalfif, de 43 años

9. Aida Yasin Ahmed, esposa de Younis Salim, muerta al proteger a su hija menor, Aisha.

10. Muhammad Yunis Salim, de 10 años, hijo

11. Nur Yunis Salim, de 14 años, hija

12. Saba Yunis Salim, de 10 años, hija

13. Zainab Yunis Salim, de 5 años, hija

14. Aisha Yunis Salim, de 3 años, hija

15. Niña de un año que estaba con la familia

Supervivientes: Safa Yunis Salim, de 13 años, que simuló estar muerta.

Tercera casa:

16. Ajamal Ahmed, de 41 años

17. Marwan Ahmed, de 28 años

18. Qahtan Ahmed, de 24 años

19. Chasib Ahmed, de 27 años. Todos ellos hermanos.

Los pasajeros del taxi eran estudiantes del Instituto Técnico de Saqlauiya:

20. Ahmed Jadir, conductor del taxi

21. Ahram Hamid Flayeh

22. Jalid Ayada al-Zawi

23. Uajdi Ayada al-Zawri

24. Mohammad Batal Mahmud

Al cabo Roel Ryan Briones, quien, al parecer, no estuvo implicado, le ordenaron que fotografiase los cuerpos. Al levantar a una niña pequeña, con disparos en la cabeza, el contenido de su diminuto cerebro le salpicó los pantalones, y dijo: “Necesito ayuda urgente”.

¿De qué le sirvió a Safa, entonces de 13 años, simular estar muerta entre los cadáveres de su familia? ¿Y a Hiba, la única superviviente de su casa, y a su hija, ahora con 6 años?

¿Qué hay del heroico Tahir Zabet al-Hadisi, joven periodista y activista de derechos humanos, que filmó cada minuto, con sangriento detalle, al día siguiente e hizo acopio de la verdad de lo que realmente ocurrió mientras el Departamento de Defensa estaba ocupado en intentar ocultar sus huellas? Voló a Siria temiendo por su propia vida por si los militares estadounidenses llegaban a enterarse de sus pruebas.

Fue su material de testimonio lo que llegó a publicarse en la revista Time y dio pie a una “investigación”. Esas pruebas fueron irrebatibles.

La reacción del capitán general Steve Johnson, comandante de las Fuerzas de Estados Unidos en esa provincia, fue de lo más esclarecedora: “[…] Sucedía todo el tiempo…, era simplemente el coste de nuestro trabajo…”. Masacres rutinarias.

Al concluir su discurso el presidente Obama afirmó que “[…] La renovación del liderazgo estadounidense se puede percibir en todo el globo”, y terminó con la cita: “[…] el poder permanente de nuestro ejemplo moral […] la tiranía es incompatible con la libertad”.

En la pared de la casa abandonada de una de las familias de Hadiza, silencioso testimonio de este “ejemplo moral”, hay escrito: “La democracia asesinó a la familia que había aquí”

Notas de IraqSolidaridad

1.- Sobre la sentencia véase Hadiza: el recuerdo de que para Irak la justicia no existe, IraqSolidaridad, 30 de enero de 2012.

2.- El 19 de noviembre los marines asesinaron a 15 civiles en Hadiza, IraqSolidaridad, 30 de marzo de 2006.

3.- Véase texto completo en inglés, Marjoirie Cohn, The Haditha Massacre: No Justice for Iraqis, Marjoriecohn.com, 30 de enero de 2012.

4.- Véase Faluya: uso por EEUU de bombas de fósforo y de fragmentación durante el asalto de noviembre de 2004, IraqSolidaridad, 11 de noviembre de 2005. y enlaces relacionados

5.- Véase Crónicas de los brigadistas, en la que los participantes en las brigadas visitan el hospital del al-Kindi y se entrevistan con la tía de Ali Abbas, 31 de marzo de 2003.

6.- Los hechos se produjeron el 12 de marzo de 2006. Véase Matanzas, asesinatos y atrocidades por parte de los ocupantes, IraqSolidaridad, 21 de mayo de 2007.

7.- Véase Santiago Alba, Irak, el horror contemporáneo, de su prólogo al Libro de Imán Ahmad Jamás, Crónicas de Irak, Ed. De Oriente y del Mediterráneo, 17 de abril de 2006. IraqSolidaridad, 20 de abril de 2006.

8.- Véase Crónicas de Irak: Al- Anbar: área de asesinatos indiscriminados. De regreso a al-Qaim y Hadiza, IraqSolidaridad, 15 de noviembre de 2005.

*Felicity Arbuthnot es una destacada periodista británica que conoce de primera mano, por sus múltiples viajes a Irak, la realidad del país. Ha recibido números premios por sus documentados artículos, entre ellos por su trabajo de documentación para el documental de John Pilger Paying the Price, Killing the Children of Iraq

El artículo procede originalmente de: http://www.dissidentvoice.org/2012/02/haditha-another-small-massacre-no-one-guilty/


 

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