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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
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¿Qué hacemos con este sentir de que no estamos haciendo lo suficiente?

Artículo de Chaitali Sen, publicado primero en Medium.
La traducción al español es responsabilidad de Revolución.

27 de junio de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

Este titular salió en las noticias de mi Facebook esta mañana.

What’s Going on at the Border is Numbing, but Going Numb is a Luxury We Can’t Afford (Lo que está pasando en la frontera es paralizante, pero paralizarnos es un lujo que no podemos concedernos) — Dahlia Lithwick, Slate

Una niñita hondureña llora, dejada entre medio de su madre y una blanca patrulla fronteriza grande. La mamá está sometida a una revisión, con las manos pegadas en el vehículo, los brazos en alto arriba de su hijita. Las manos enguantadas de una agente fronteriza tocan la cintura de la mamá. Madre e hija no pueden tocar la una a la otra. El cuerpo de la madre enmarca la niña, pero no puede consolarla.

La historia nos ha enseñado que tenemos que parar el fascismo antes de que se consolide. Estamos forcejeando contra dos ventanas — la ventana del “Incendio del Reichstag”, cuando el régimen prohíbe el disentimiento, y la ventana de la normalización cuando la población simplemente empieza a aceptar los horrores que ocurren a su alrededor. En este momento parece que la segunda ventana es la que se está cerrando primero. Mientras que se mantenga en poder este régimen, ambas ventanas siguen cerrándose, y hay peligro de que las cierren de golpe.

*

Poco después de la inauguración de Trump, cuando yo todavía guardaba esperanzas de que esto era una pesadilla de la que podía despertar, leí una declaración de Rechazar el Fascismo que cambió mi modo de pensar sobre el significado de esta elección, y lo que yo tendría que hacer con mi vida bajo esta nueva realidad. “Donald Trump y Mike Pence han reunido una camarilla sanguinaria que ya expone posiciones y toma iniciativas que demuestran que tienen la firme intención de triturar las normas políticas y sociales, con consecuencias catastróficas… Hay un método en la locura de Trump que le hace eco a Hitler. El fascismo avanza por etapas, mediante ultrajes, conmoción e intimidación, seguidos de períodos breves de normalización en que la gente se acomoda a la nueva situación que el régimen ha impuesto.”

En el principio, me quedaba vigilando a Rechazar el Fascismo desde una distancia, siguiéndolo en Facebook, firmando su llamamiento, leyendo sus emails. Me dio gusto y más fuerzas cada vez que vi sus carteles del “¡NO!” en blanco y negro en fotos de varias protestas, y me decepcioné al ver que los noticieros u organizaciones de tendencia aceptada no hicieron caso a lo que ellos pedían — la protesta sostenida y no violenta de masas para expulsar el régimen de Trump y Pence en conjunto. Sólo eso sería capaz de impedir que este régimen intensifique sus ataques y consolide su poder.

Un año y medio más tarde, vemos que esto se ha constatado con las separaciones de familias en la frontera. Las semillas de esta política se encuentran en la retórica de Trump en su campaña, cuando calificó de violadores a los mexicanos y se despotricó contra MS-13. No se trata únicamente de las familias separadas en la frontera, los campos de concentración para los niños, y las prisiones para los padres. Se trata de miles de muertos en Puerto Rico a causa de la negligencia racista de este régimen tras el Huracán María. Se trata de la constante trituración de protecciones ambientales bajo Scott Pruitt. Se trata de un Cuento de la Criada hecho realidad por medio del fascismo cristiano de Mike Pence. Se trata de la supremacía blanca abierta de Trump y sus seguidores. Se trata de Jeff Sessions y su transformación grotesca del Departamento de Justicia. Se trata de Betsy DeVos y su destrucción del fundamento de un sistema de educación pública secular. Se trata de un régimen fascista en conjunto que anda creando un nuevo normal y nos reta que no podríamos detenerlos.

Después de meses en que me preguntaba qué hacer, por fin mi conciencia me dijo que yo tenía que dedicar mi energía a Rechazar el Fascismo. Poco a poco tomé más iniciativa, ayudando a repartir materiales y abogando más francamente en pro de este movimiento. No puedo subestimar el efecto profundo que ha ejercido la presencia de Rechazar el Fascismo sobre mi estado de ánimo. Saber que hay una organización que eleva la vista de la gente hacia lo que la humanidad necesita que hagamos, no a solas cada uno sino todos juntos, ha evitado que me caiga en la desesperación. Francamente, en este momento la mayoría de personas que yo conozco no están de acuerdo conmigo completamente. Me han dicho que me ponga a escribir mi novela, que me concentre en el trabajo, que trate de encontrar la alegría en lo cotidiano, que no me perturbe tanto con esta idea de que estamos confrontando un futuro fascista. En un momento, cuando participé en la movilización de una protesta el 4 de noviembre, la que se vio bajo un fuerte ataque de Infowars y milicias derechistas armadas, mi matrimonio casi se disuelve. Hasta cierto punto, sí me retrocedí a mi vida privada. Sí me puse de nuevo a escribir mi novela. Sí reevalué cuánto quería arriesgar, en realidad.

Pero las cosas iban de mal en peor, y el asco que yo traía por mis adentros no me dejaba en paz. Si yo seguía retrocediendo, ¿podría continuar calificándome de una buena persona, o sería nada más que una buena alemana?

*

En su artículo en Slate, Dahlia Lithwick escribe, “La mayoría de las mujeres que conozco están destrozadas por las acciones obscenas que ocurren en la frontera, igual que yo. Creo que hace un año hubiéramos salido a las calles, al ver que el gobierno les robaba los niños a solicitantes de asilo y refugiados, que los mandaba al otro lado de país o los apiñaba como leños en centros de detención. Pero hoy, me preocupo, estamos horrorizados pero paralizados. Queremos que nos digan qué hacer”.

Pues, no estoy tan segura de esa última frase. A menudo creo que las personas no quieren, realmente, que les digan qué hacer, que quieren la diagnosis sin la receta. En otras ocasiones, creo que nos dicen qué hacer, pero la instrucción queda corta ante la crisis ante nosotros. Nos dicen que llamemos al representante, que votemos en una Ola Azul, que donemos a las personas que harán aprobar una propuesta de ley o entablarán una demanda, que apoyemos organizaciones de base que tratarán de rescatar de esto al máximo número posible de personas. Yo nunca diría a nadie que no hiciera estas cosas, pero todas estas acciones son de otro apoderado. Entregamos nuestro poder a otro esperando que nos lo solucione, incluso cuando nos han comprobado que son incapaces de hacerlo. Cuando sí tomamos las calles, nos dicen que esto no es ningún sustituto por el poder electoral.

Además, hablando como una mujer de color que ha frecuentado movimientos progresistas desde hace mucho tiempo, prevalece un mensaje sobre carriles de justicia dentro de las cuales las personas debemos permanecer, que debemos permitir que los más afectados por ciertas políticas ocupen las primeras filas en contra de su propia opresión. Nos recomiendan a los que no somos directamente afectados que quedemos al margen y seamos buenos aliados. ¿Cómo funciona eso, exactamente, cuando el gobierno está deteniendo a grupos enteros de personas en frente de nosotros? ¿Cómo funciona eso cuando el régimen tiene una estrategia sistemática de sacar a las personas de la calle y destruir su capacidad de resistir?

*

Si lleguemos a tener el lujo de mirar hacia atrás a este tiempo, cada uno tendrá que lidiar con lo que hicimos para poner alto a los crímenes que sabíamos que hacían en nuestro nombre. La mayoría de nosotros sabemos que no estamos haciendo lo suficiente, aun al estar haciendo algo. Aun al escribir a nuestros representantes y reunirnos con ellos, al ir a protestas y donar dinero, este sentir de que no estamos haciendo lo suficiente es acertado, por la velocidad implacable y la determinación de este régimen de arrebatarnos el terreno político. Ellos no se detendrán a menos que los detengamos. No hay un camino fácil para evitar eso.

Me pongo a imaginar en el futuro que una persona joven me pregunta qué hice una vez que me di cuenta de lo que se avecinaba. Yo quiero poder decir que hice todo todo lo que podía, que me arriesgué todo todo lo que podía, que hice lo necesario. Pero estas son preguntas en retrospectiva, después de que una generación haya incumplido su imperativo moral.

Todavía no hemos incumplido, pero incumpliremos si no hacemos la lucha. En Corea del Sur, protestaron cada fin de semana y no se detuvieron hasta que salió su presidenta. En Egipto, requería 18 días de protesta para sacar un régimen que tenía el poder en sus garras durante 30 años. Rechazar el Fascismo está convocando al pueblo a llenar la plaza pública y exigir que el régimen responsable de estos crímenes cede el poder. Esto no es un sueño dorado sino un método comprobado para expulsar a tiranos: “Imagine las decenas de miles de personas que comienzan en varias ciudades y pueblos, con marchas, vigilias con velas y mítines —los estudiantes, las comunidades religiosas, los inmigrantes y todas las personas con un corazón por la humanidad, en las calles y sin retroceder— que crezcan de miles a cientos de miles y con el tiempo millones. Nuestras acciones reflejarán los valores de respeto por toda la humanidad y por el mundo que queremos, en marcado contraste con el odio y la intolerancia del régimen fascista de Trump y Pence. El mundo entero se animará”.

Sophie Scholl (fotos abajo) ofrece tanto una inspiración como una advertencia. Ya para cuando se sacrificó la vida en resistencia al régimen nazi, ya era tarde para que se diera otro resultado. Si hubiera miles de personas como ella en 1933 en vez de 1943, que pudieran haber inspirado a miles y luego millones más, pudieron haber convertido a Hitler en una nota al pie de la historia. Entre más pronto nos reunamos para responder a la determinación y ferocidad de este régimen con nuestra propia resistencia no violenta implacable, menos perderemos al último. Entre más esperemos, más nos arriesgamos de perderlo todo.


Sophie Scholl era una joven activista política en la Sociedad Rosa Blanca, un grupo de resistencia no violenta en la Alemania nazi. Antes de ser ejecutada en 1943, dijo, “¿Cómo podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi nadie es dispuesto a sacrificarse individualmente a una causa justa? Qué día tan bonito y asoleado, y yo tengo que irme, pero ¿qué importa mi muerte, si por medio de nosotros, miles de personas se despiertan y se conmueven para actuar?”.


 

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