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La vida es muy dura, y nuestro futuro parece lejano"

Carta a Obama de un preso uigur (musulmán chino) de Guantánamo

Andy Worthington
CounterPunch
29-03-2009

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Hubo 22 prisioneros uigur en Guantánamo. Musulmanes de la oprimida provincia Xinjiang de China que habían sido todos barridos como basura humana durante la “Operación Libertad Duradera,” la invasión dirigida por EE.UU. de Afganistán que comenzó en octubre de 2001. En su mayoría fueron capturados después de huir a Pakistán de un asentamiento destartalado en las montañas Tora Bora de Afganistán, destruido en un ataque de bombarderos de EE.UU. Bienvenidos originalmente por aldeanos paquistaníes, fueron luego traicionados y vendidos a las fuerzas de EE.UU., que ofrecían 5.000 dólares por cabeza por “sospechosos de al-Qaeda y talibanes.”

Ninguno de esos hombres había estado en Afganistán para apoyar a al-Qaeda o a los talibanes, y ninguno había tomado las armas contra las fuerzas de EE.UU. Todos sostuvieron que sólo tenían un enemigo – el gobierno chino – y explicaron que habían terminado por llegar al asentamiento en la esperanza de encontrar un camino para alzarse contra sus opresores, lo que era poco probable, ya que el asentamiento era pobrísimo y tenía sólo un arma, o porque esperaban poder viajar a otros países en busca de trabajo – sobre todo a Turquía, que tiene conexiones históricas con la gente de Turkestán Oriental (como los uigures llaman a su patria) – pero que habían sido frustrados en sus objetivos .

En mayo de 2006, cinco de los 22 fueron liberados de Guantánamo, después de ser absueltos en una revisión militar, y enviados a vivir a un campo de refugiados en Albania, el único país que pudo ser persuadido para que los aceptara después de que las autoridades de EE.UU. reconocieron el hecho de que no los devolverían a China, donde corrían el riesgo de ser torturados. Para los 17 restantes, la justicia se mostró más elusiva, y recién en junio de 2008, después de un dictamen de la Corte Suprema confirmando que los prisioneros de Guantánamo tenían derechos a habeas corpus (el derecho a cuestionar la base de su detención ante un tribunal), una corte de apelaciones en Washington dictaminó que el gobierno no había establecido un caso de que uno de los hombres – Huzaifa Parhat – era “combatiente enemigo.”

Después del dictamen, el gobierno renunció al intento de probar que los otros 16 uigures eran “combatientes enemigos,” y cuando su causa llegó ante el juez del Tribunal de Distrito Ricardo Urbina en octubre pasado, éste dictaminó que la continuación de su detención era inconstitucional, y que, como no se había encontrado ningún otro país que los aceptara, debían ser admitidos a EE.UU., a cargo de comunidades en Washington y Tallahassee, Florida, que habían preparado planes detallados para su reasentamiento.

Esa posibilidad resultó ser intolerable para el gobierno de Bush, que apeló contra la decisión. El Departamento de Justicia lanzó afirmaciones inescrupulosas de que los hombres eran una amenaza (a pesar de haber sido absueltos de ser “combatientes enemigos”), y se negó a reconocer que un juez tenga el derecho de ordenar la liberación de los hombres hacia EE.UU., arrebatando así a la Corte Suprema un elemento clave de los poderes que se proponía otorgar a los tribunales inferiores al confirmar en junio que los prisioneros tenían derechos a habeas corpus.

A pesar de su manifiesta debilidad, la apelación del gobierno tuvo éxito – en un tribunal que tiene un historial de respaldo a causas relacionadas con la “Guerra contra el Terror” que luego fueron desechados por la Corte Suprema. Es la situación que prevalece hasta hoy, aunque el lunes los abogados de los uigures anunciaron que planean “una petición a la Corte Suprema para que intervenga a favor de sus clientes” y, tal vez de modo más significativo, la semana pasada se informó que el gobierno de Obama está “determinado a revocar una política clave del gobierno de Bush al permitir que algunos de los restantes 240 reclusos en Guantánamo sean reasentados en suelo estadounidense.” Como lo describió el Guardian: “Washington ha informado a funcionarios europeos que una vez que se complete un estudio de los casos de Guantánamo, es casi seguro que EE.UU. permita que algunos de los reclusos se establezcan en EE.UU. continental.”

Si esto se confirma, es posible que entre ellos se encuentren algunos de, o todos, los uigures, pero mientras tanto Abu Bakker Qassim, uno de los cinco uigures liberados en Albania en 2006, quien dejó a su mujer embarazada y a su pequeño hijo en un intento frustrado de encontrar trabajo en Turquía, acaba de escribir una carta al presidente Obama, contando su historia y apelando al presidente para que actúe por cuenta de los restantes uigures en Guantánamo.

La carta fue puesta a disposición por Sabin Willett, abogada de los uigures, y la reproducimos a continuación:

CARTA DE ABU BAKKER QASSIM A BARACK OBAMA

Estimado señor presidente:

Expreso mi gratitud y mi mayor respeto por la contribución de EE.UU. a nuestra comunidad uigur. Al mismo tiempo, expreso mi gratitud por su correcta y rápida decisión de cerrar la cárcel de la Bahía de Guantánamo. Espero perdone mi inglés, que he tratado de aprender.

Espero que mi carta lo encuentre en buena salud. Permítame que exprese mi deseo y mi plegaria para que lea mi carta.

Mi nombre es Abu Bakker y escribo en nombre de Ahmet, Aktar, Ejup, con quienes he vivido desde mayo de 2006 en Albania, el único país que nos ofreció asilo político de Guantánamo cuando los tribunales de EE.UU. concluyeron que no éramos combatientes enemigos.

Quisiera escribir algo sobre mí mismo. El pueblo uigur tiene un proverbio: “Quien piensa en el fin nunca será un héroe.” Obviamente es humano pensar en el fin, y es humano que yo recuerde cosas de hace tiempo.

30.12.2000. Mi última noche en mi pequeña casa. Nadie dormía… ni siquiera mis mellizos de ocho meses en el vientre de mi mujer. Nadie hablaba… incluso mi hijo de dos años… Yo había decidido que confesaría esa noche a mi mujer el fin que había pensado en mi corazón, pero dudé debido a una pregunta que me hizo mi hijo, que no pude responder. Fue a comienzos del invierno. Estábamos de pie cerca del horno, y yo acariciaba sus manos. Tomó mi dedo índice en sus pequeñas manos.

–¡Papá! ¿Una uña es un hueso?

–No, dije. Una uña no es un hueso.

–¿Es carne?

–No. Tampoco es carne.

–Así que, la uña: ¿qué es lo que es, papá?

–No lo sabía.

–No lo sé –dije.

Era tan pequeño mi niño, y no podía responder sus preguntas. ¿Y cuando crezca y las preguntas no sean sobre uñas? ¿Cómo las responderé?

31.12.2000. Sin contar el fin, sin dar vuelta la cabeza, sin miedo comencé mi largo camino, ya conocido. “Ah, si solamente…! Ah. Si sólo llego a Estambul, me contratan en la fábrica, trabajo día y noche, para ganar dinero. ¡Dios es grande! Ah, si sólo pudiera llevarme a mi mujer, a mi hijo y – lo más importante – ver a mis mellizos por primera vez en Estambul. Apretarlos contra mi pecho, recogerlos como pueda… mostrar a mi hijo y decirles: Somos del lugar por donde sale el sol. Los abrazaría, respondería a todas sus preguntas. Les enseñaría todo lo que mi madre me enseñó, como su madre le enseñó a ella, a mi abuela su abuela… como en una película con un final feliz: yo director, yo guionista, yo en el papel principal. El héroe de mi gente más querida… Yo.”

Después de tres años y medios, una pregunta tras la otra, el tribunal militar en Guantánamo me preguntó:

–Si muere aquí, ¿en qué pensará en sus últimos minutos?

–Soy un esposo y un padre que muere de modo heroico–, respondí y pedí permiso para hacerle una pregunta mía.

–Si cerraran Guantánamo hoy, ¿sería un héroe para sus hijos?

Me declararon inocente. El abogado propuso – mientras tanto estábamos esperando un Estado que nos aceptara – que viviera en un hotel en la Base Militar en la Base de Guantánamo. ¡De ninguna manera! Nos pusieron en un campo cerca de la cárcel, que llamaban “Campo Iguana.” Éramos nueve. Algunas veces, uno de mis amigos preguntaba la hora a los soldados. Hasta hoy, no he comprendido por qué necesitaba saber la hora. Yo preguntaba la hora… Yo tenía motivos.

En Campo Iguana, había iguanas. Las alimentábamos con pan, así que comenzaron a entrar a nuestro dormitorio. Todos necesitábamos su compañía. A veces, cuando llegaban tarde, todos las echábamos de menos…

Una mañana, tuve una sorpresa inolvidable de mis amigos. Me dieron tarta de sus comidas, ya que ese día era el cumpleaños de mis mellizos. Ese mismo día, en nuestro dormitorio, entraron dos iguanas y les di la tarta… pensando en mis niños… pensando en mi fin… Mi sueño acabado de Estambul a Guantánamo, de mis niños a iguanas…

Finalmente, en 2006, llegué a Albania, mi segunda patria. ¡El timbre del teléfono! ¡Qué ansiedad! ¿Están vivos? Por primera vez, hablé con mi mujer y mis hijos. ¡Estaban vivos!

Cada mañana, partía de mi casa antes de saliera el sol y lo esperaba con las manos alzadas y vacías. Ya que todavía soy del país en el que sale el sol, pienso en mi familia a la que tal vez nunca vuelva a ver y resuelvo no olvidar mi voto, de hace siete años, de ser su héroe.

Sin embargo, señor presidente, diecisiete de mis hermanos siguen en esa prisión. Hace tres años que abandoné esa prisión, y siguen allí. Por favor termine pronto su sufrimiento. Sus palabras del 22 de enero fueron tan bienvenidas por nosotros, y lo felicito por eso y por su histórica elección. Pero muchos meses han pasado.

Para los cuatro que seguimos en Albania (uno de los nuestros está ahora en Suecia, tratando de conseguir asilo), la vida es muy dura, y nuestro futuro parece muy lejano. Espero que pronto su gobierno y sus compatriotas conozcan a nuestros diecisiete hermanos. Yal vez llegue el día en el que haya esperanzas de que nosotros también podamos ir a EE.UU.

Señor presidente:

En la vida no todos llegan a su fin deseado. Tal vez usted no lo sepa, pero somos similares. Con la excepción del fin. Ya que usted, como yo, sin pensar en el fin de su largo camino, logró ser un héroe… estoy de su parte… estoy orgulloso de su persona…

Señor presidente:

Permítame que comparta un pensamiento con usted. Dé un par de zapatos a cada niño, a cada mujer, o a cada hombre descalzo ya que la gente descalza no piensa dos veces antes de caminar en el barro. Comience con todo desde arriba.

Sinceramente,

Abu Bakker Qassim

Tirana, Albania

24 de marzo de 2009

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Andy Worthington es un historiador británico y autor de “The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America's Illegal Prison” (publicado por Pluto Press). Visite su sitio en Internet en: www.andyworthington.co.uk

Para contactos escriba a: andy@andyworthington.co.uk

http://www.counterpunch.org/worthington03272009.html


 

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