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Guantánamo: Primero nueve años de tortura, después el "juicio"


Andy Worthington
13 de noviembre de 2011

Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
24 de noviembre de 2011

El miércoles en Guantánamo, una de las víctimas más conocidas de la tortura de la administración de Bush — Abd al-Rahim al-Nashiri — fue citado para su juicio por la comisión militar, acusado de ser el cerebro del bombardeo al USS Cole el año 2000, cerca de las costas de Yemen, donde murieron 17 marinos estadounidenses y otros 9 quedaron heridos.

Al-Nashiri es también uno de los tres “detenidos más valiosos” que, bajo la administración de Bush, fue sometido a submarino, una antigua forma de tortura que implica el ahogamiento simulado.

Por primera vez en nueve años aparece públicamente, al-Nashiri, un comerciante y millonario antes de su detención, que ahora tiene 46 años de edad, estaba afeitado y contestó educadamente cuando le preguntó el juez, Army Col. James Pohl, si entendía los procedimientos y si “aceptaba los servicios de su equipo defensor pagados por el Pentágono”. Como lo describió el Miami Herald, respondió, “En este momento esos abogados están haciendo lo que corresponde.”

Para todos los que apoyan los intentos de George W. Bush por torcer la ley con el fin de afirmar que la tortura no era tortura, y luego utilizarla en los “detenidos más valiosos” en un sin número de despreciables calabozos de tortura localizados en otros países, el juicio de al-Nashiri en Guantánamo es algo parecido a un triunfo, a pesar de que es difícil darse cuenta de cómo los defensores de la tortura llegan a esta conclusión.

A decir verdad, la comparecencia de al-Nashiri, nueve años después de que fue por primera vez detenido en los Emiratos Árabes Unidos, es una desgracia. Lo mantuvieron en prisiones de tortura en Tailandia y Polonia (donde los fiscales se encuentran investigando su afirmación de tortura), y probablemente en Rumania, Lituania y Morocco — y lo que diferencia a estas prisiones de otras es cómo la administración de Bush tuvo que someter a los desviados, negociaciones clandestinas para situar sus prisiones en tierras extranjeras. Esto más bien tiende a probar que la tortura aún es tortura, por mucho que John Yoo, un abogado que se atiene a las normas de la Oficina de Asesoría Jurídica del Departamento de Justici, dijo que no era así en varios memos famosos que siempre se conocerán como “los memos de tortura”, porque si fuera legal, entonces ¿por qué se necesitaba toda la sucia evasiva?

Para los que apoyan Guantánamo y la tortura, los detalles sórdidos de cómo se lleva a cabo esto por lo general no se discuten, quizás porque podría ser revelado cómo lo mantenían en la prisión de Tailandia hasta que el gobierno tailandés conseguía agobiarlo con torturadores norteamericanos en los puertos y que fue por eso entonces que lo enviaron a Polonia, donde, eventualmente, ocurrió lo mismo. Su tortura, de acuerdo a los defensores, suponía mostrar fuerza y decisión por parte de la administración de Bush y no las verdaderas maniobras desesperadas de los abusadores que sabían que lo que hacían era ilegal.

Los defensores también le restan importancia a la verdad alarmante de que al-Nashiri fuera sometido al submarino, y también ignoran los hallazgos del inspector general de la CIA, quien concluyó, en un informe en 2004, que los operativos de la CIA habían llegado demasiado lejos cuando lo amenazaron con un arma y un taladro eléctrico mientras estaba encapuchado, y también que amenazaron a su familia. Otra forma de expresar esto sería señalar que el uso de un arma y un taladro eléctrico constituye “simulacros de ejecución”.

Para que entendamos mejor, la tortura de al-Nashiri no produjo inteligencia útil. Sin embargo, a causa de la forma en que fue tratado y la insistencia tonto de la administración de Bush de que los sospechosos terroristas no eran criminales, sino “guerreros” de una posible “guerra del terror”, el juicio de la corte federal que debería haberse realizado poco después de su detención en el 2002, si hubiese cualquier evidencia de que él encabezó el bombardeo del USS Cole, nunca se realizó.

Nueve años han pasado, los que apoyan los juicios militares para los sospechosos terroristas puede que estén celebrando porque el juicio de al-Nashiri finalmente se está llevando a cabo, a pesar de que, mientras tanto, otros numerosos sospechosos terroristas hayan sido exitosamente procesados en cortes federales. Los que apoyan Guantánamo y la tortura tienden a ignorar los muchos y exitosos juicios de la corte federal de la última década, eligiendo en vez de eso creer que ser torturado en secreto en las prisiones de la CIA y luego estar detenido en Guantánamo de alguna manera hace que para los prisioneros como al-Nashiri esto sea mucho más significativo que para cualquier otro sospechoso terrorista.

¿Qué más podemos decir de la alboroto que se armó por el juicio de Ahmed Khalfan Ghailani, el único presidiario que mantuvieron en las prisiones de tortura secretas de la CIA y luego en Guantánamo para ser transferido a los EE.UU. a enfrentar su juicio en la corte federal? Ghailani fue transferido en mayo de 2009 (antes de que el Congreso impusiera la prohibición de transferir a cualquier prisionero más para tener su juicio en los EE.UU.), y fue enjuiciado el otoño pasado, declarado culpable y condenado a cadena perpetua en enero este año.

Aún así, los que apoyan las comisiones militares tratan de describir su juicio como un fallo y continúan criticando severamente los juicios en las cortes federales para los sospechosos terroristas, incluso van más lejos, critican la aprobación de leyes incluidas en la Ley de Autorización de Defensa Nacional, la cual es examinada constantemente por el gobierno, en lo que se refiere a demandar custodia militar obligatoria para todos los sospechosos terroristas en el futuro, aún cuando eso signifique inhabilitar la habilidad de los oficiales que hacen cumplir la ley para investigar los crímenes de manera eficaz y aún cuando los militares no han tenido el deseo de ser policías corruptos que trabajan para idealistas desequilibrados en el Congreso.

El Presidente Obama también es responsable de la presencia de Abd al-Rahim al-Nashiri en la la sala de tribunal de Guantánamo, porque su administración revivió las comisiones en el verano de 2009, en donde se decidió que los juicios de las cortes federales eran apropiados para algunos de los prisioneros de Guantánamo y que las comisiones militares lo eran para otros. Eso les permitió a los que se oponían a los juicios en las cortes federales protestar en contra de ellos, empujando a que la administración dejara a un lado sus planes de enjuiciar Khalid Sheikh Mohammed y a otros cuatro hombres acusados de estar involucrados en los ataques en Nueva York el 9/11 y obligando a la autoridad (y en especial al Procurador General Eric Holder) a encargarse de un humillante retroceso, y anunciar que los juicios en la corte federal fueran sacados de la agenda y que las comisiones militares eran la únicas que iban a funcionar en la ciudad.

Eso llevó directamente a la noción de que la custodia militar obligatoria para sospechosos terroristas es de alguna forma aceptable, cuando está claro que no, y deja a la administración, como un marionetita poco convincente, manteniendo los juicios de las comisiones militares en Guantánamo en los que han fallado tantas veces al ratificar confiadamente, alcanzando negociaciones mediante súplica en los tres casos que se están tratando a la fecha — los de Ibrahim al-Qosi, Noor Uthman Muhammed y Omar Khadr.

Como caso principal y que involucra dicha tortura que ha sido muy divulgada, el caso de al-Nashiri es mucho más que una prueba para la administración de Obama, que no puede, por primera vez, eludir sus responsabilidades a través de negociaciones mediante súplica. No hay forma de saber, hasta ahora, si al-Nashiri encontrará un camino para cambiar imprescindiblemente la administración, o si su juicio, a pesar de los precedentes establecidos a través de la historia vergonzosa de las comisiones, de algún modo procederá blandamente, pero parece poco probable.

En la comparecencia, Richard Kammen, uno de los abogados defensores de al-Nashiri, dejo claro que las preguntas sobre el trato a su cliente formarían parte del caso de la defensa. ¿“La tortura es un facto atenuante”? le preguntó a Col. Pohl, a lo que el juez respondió que la pregunta sería adecuada cuando — si — al-Nashiri viniera a ser sentenciado. Tal como lo expuso el Miami Herald, “Kammen también le preguntó a Pohl si cumpliría a cabalidad su obligación bajo trato internacional de informar a las ‘autoridades extranjeras’ sobre las pruebas de que la ‘tortura’ de al-Nashiri fue planificada por altos oficiales públicos, doctores, siquiatras y abogados”, a lo que el juez respondió, “voy a cumplir con la ley”.

Eso suena prometedor, pero a medida que el foco de los medios se aleja de Guantánamo una vez más con la convicció de que el juicio de al-Nashiri no comenzará sino hasta dentro de un año, vale la pena recalcar que, fundamentalmente, esta no es la venia correcta para el juicio de cualquier persona acusada de terrorismo, o, dicho de otro modo, de crimenes de guerra que no son ciertos, y que nada más fueron inventados por el Congreso en el año 2006 y revividos, fundamentalmente sin ser modificados, en el 2009.

En cambio, la sala del tribunal de Guantánamo, donde se supone que el mundo verá como se lleva a cabo la justicia, está compuesta en partes iguales según fijación ideológica, una parte para los republicanos y una claudicación poco convincente, una parte para la administración y estos no son los ingredientes correctos para un juicio justo, en especial cuando la administración de Obama se ha rehusado a confirmar que, al-Nashiri de alguna manera no debería ser condenado, no hay garantía de que será liberado, lo que, por supuesto, hace mofa del proceso completo.

Nota: El perfil de la sala de tribunal antes mencionada está echo por Janet Hamlin, y es cortesía de Janet Hamlin Illustration.

Andy Worthington es el autor de The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison (publicado por Pluto Press, distribuido por Macmillan en los EE.UU, y disponible en Amazon — haga clic en los siguientes enlaces para US y UK).


 

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