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Jueces conservadores demuelen la falsa legitimidad de los juicios por terrorismo de Guantánamo

10.11.12
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 22 de agosto de 2023


¿Cuándo un crimen de guerra no es un crimen de guerra? Cuando lo inventan el poder ejecutivo y el Congreso, y se aplica durante seis años hasta que un tribunal de apelación profundamente conservador lo anula.

El crimen de guerra inventado es "proporcionar apoyo material al terrorismo", y el 16 de octubre de 2012, un panel de tres jueces del Tribunal de Circuito de Washington D.C. (el Tribunal de Apelaciones de Washington D.C.) anuló la condena de Salim Hamdan, un chofer de Osama bin Laden, que había recibido una sentencia de cinco años y medio por "proporcionar apoyo material al terrorismo" al final de su juicio ante una comisión militar en agosto de 2008 (aunque fue liberado apenas cinco meses después, ya que su sentencia incluía el tiempo ya cumplido).

En su sentencia, el tribunal declaró: "Cuando Hamdan cometió la conducta en cuestión, el derecho internacional de la guerra proscribía diversos crímenes de guerra, incluidas formas de terrorismo. En aquel momento, sin embargo, el derecho internacional de la guerra no proscribía el apoyo material al terrorismo como crimen de guerra."

Para cualquiera que haya seguido con cierta profundidad la historia de las comisiones militares, el resultado no era del todo inesperado. Revividas por el gobierno de Bush en noviembre de 2001, específicamente para juzgar a prisioneros capturados en la "guerra contra el terrorismo", las comisiones fueron anuladas por el Corte Supremo en junio de 2006, pero luego fueron revividas por el Congreso, cuando "proporcionar apoyo material al terrorismo" y "conspiración" se incluyeron como crímenes de guerra, a pesar de que no había precedentes para hacerlo.

Cuando el gobierno de Obama reactivó las comisiones en 2009, altos cargos -Jeh Johnson, consejero general del Departamento de Defensa, y David Kris, fiscal general adjunto de la División de Seguridad Nacional del Departamento de Justicia hasta 2011- se opusieron a mantener la expresión "apoyo material al terrorismo" en la legislación, argumentando que podría ser revocada en apelación. Kris declaró en una audiencia del Comité de Servicios Armados del Senado que "existe un riesgo significativo de que los tribunales de apelación concluyan finalmente que el apoyo material al terrorismo NO es un delito tradicional del derecho de la guerra, revocando así condenas duramente ganadas, y dando lugar a dudas sobre la legitimidad del sistema", y Jeh Johnson dijo al comité: "Tras un cuidadoso estudio, la Administración ha llegado a la conclusión de que los tribunales de apelación pueden considerar que el "apoyo material al terrorismo" -un delito que también se encuentra en el Título 18- no es una violación tradicional del derecho de la guerra."

El Congreso, sin embargo, no tuvo en cuenta estas advertencias.

Para quienes, como yo, han criticado a los jueces del Tribunal de Circuito de Washington DC por vaciar de todo significado el habeas corpus en lo que respecta a los presos de Guantánamo, el resultado fue, no obstante, sorprendente. En lo que respecta a las peticiones de hábeas corpus de los presos, los jueces del Tribunal de Circuito de Washington D.C. han insistido, desafiando pruebas bien documentadas de lo contrario, en que la información en la que se basa el gobierno como prueba debe considerarse presuntamente exacta. El resultado es que, tras una aluvión de merecidas victorias de 38 presos entre 2008 y 2010, ni un solo preso ha ganado en los últimos dos años y medio, y varias peticiones que habían prosperado han sido anuladas.

Los jueces que se han destacado especialmente a la hora de socavar el habeas corpus son los jueces superiores A. Raymond Randolph y Laurence H. Silberman, y la juez Janice Rogers Brown, pero el juez Brett M. Kavanaugh, que redactó la opinión en Hamdan contra Estados Unidos de América, como parte de un panel en el que también figuraban el juez presidente David B. Sentelle y el juez superior Douglas H. Ginsburg, también ha prestado su apoyo.


En marzo de 2011, por ejemplo, el juez Kavanaugh escribió una notoria opinión revocando la exitosa petición de hábeas corpus de Uthman Abdul Rahim Mohammed Uthman, concedida en febrero de 2010, a pesar de que las únicas pruebas contra Uthman, como había reconocido el juez de distrito, procedían de prisioneros que habían sido recluidos en "sitios negros" y sometidos a tortura.

Aunque las sentencias de hábeas corpus del Tribunal de Circuito de Washington siguen proyectando una monstruosa sombra de injusticia sobre la detención de presos en Guantánamo, la sentencia del tribunal sobre las comisiones militares asesta un duro golpe a la legitimidad de esos juicios.

Salim Hamdan fue acusado de conspiración, así como de proporcionar apoyo material al terrorismo, aunque fue absuelto del primer cargo por su jurado militar. De los siete hombres condenados en juicios ante comisiones militares -o mediante acuerdos de culpabilidad- sólo uno, el australiano David Hicks, que se declaró culpable en marzo de 2007, fue acusado únicamente de proporcionar apoyo material al terrorismo, lo que significa que su condena también debe ser anulada.

Sin embargo, es posible que el cargo de conspiración también se marchite bajo el escrutinio. La prueba de ello está próxima en un recurso presentado en nombre de Ali Hamza al-Bahlul, que fue declarado culpable de conspiración y apoyo material por crear un vídeo de propaganda para Al Qaeda y condenado a cadena perpetua en noviembre de 2008, tras un juicio parcial en el que se negó a presentar defensa.

Además, al-Bahlul no está solo. De los otros cuatro hombres que han sido declarados culpables o que han aceptado acuerdos con la fiscalía, Ibrahim al-Qosi, sudanés puesto en libertad en julio de este año, se declaró culpable de un cargo de conspiración y otro de apoyo material al terrorismo en julio de 2010, y otro sudanés, Noor Uthman Muhammed, también se declaró culpable de apoyo material al terrorismo y conspiración en febrero de 2011, y su puesta en libertad está prevista para diciembre de 2013.

Los casos de Majid Khan y Omar Khadr (trasladado a custodia canadiense en septiembre) son más complejos, ya que Khan aceptó un acuerdo de culpabilidad por haber participado en la conspiración de actos de terrorismo y haber trabajado con Khalid Sheikh Mohammed, el presunto cerebro de los atentados del 11-S, y Khadr, notoriamente, se vio obligado a declararse culpable de matar a un soldado estadounidense, en tiempo de guerra, en un país ocupado por las fuerzas estadounidenses, cuando sólo tenía 15 años, un acto que la administración Obama tiene el descaro de considerar un crimen de guerra.

Ahora que el presidente Obama inicia su segundo mandato como presidente, la sentencia Hamdan le ha dejado con un sistema de juicios desacreditado en Guantánamo, cuya credibilidad no puede rescatar. Como explicó el profesor de Derecho Steve Vladeck en un análisis de la sentencia para el blog Lawfare:

    Si [la] decisión es una pérdida para alguien, es una pérdida para el propio sistema de comisiones, en el que, sin ninguna disidencia, el juez de primera instancia y el Tribunal de Revisión de Comisiones Militares sostuvieron que era simplemente incuestionable que el MST [proporcionar apoyo material al terrorismo] era una violación reconocida de las leyes internacionales de la guerra. Esa opinión recibió exactamente cero votos de un panel muy conservador de un tribunal que no se ha mostrado precisamente comprensivo con las reclamaciones de los detenidos de Guantánamo. Es difícil imaginar un reproche más contundente a la calidad (o falta de calidad) del razonamiento jurídico empleado por la comisión militar o por el CMCR, y puede que sea en ese repudio donde [la] decisión tenga las mayores ramificaciones a largo plazo.

Si el presidente Obama está prestando atención, puede que sea sensato hacer planes para hacer lo que prometió en noviembre de 2009, pero de lo que luego se retractó cuando fue criticado, y es procesar a los acusados de auténticos delitos de terrorismo -Khalid Sheikh Mohammed y sus cuatro coacusados, y un puñado de hombres más- ante tribunales federales, y abandonar de una vez por todas las desacreditadas comisiones militares. Eso no eliminará el hedor de la tortura en los casos de los "detenidos de alto valor", ni superará la incapacidad de exigir responsabilidades a quienes autorizaron la tortura, pero cerraría la puerta al menos a un terrible legado de los años de Bush.

También sería sensato dejar de fingir que figuras periféricas -como Salim Hamdan, David Hicks, Noor Uthman Muhammed, Omar Khadr y otros que, en un momento u otro, han sido propuestos para ser juzgados por comisiones militares- son culpables de crímenes de guerra, y enviarlos de vuelta a casa, junto con los 86 presos que siguen retenidos en Guantánamo (de un total de 166), cuya liberación está autorizada desde hace muchos años, pero que siguen retenidos a causa de los juegos políticos y la cobardía presidencial que han caracterizado el primer mandato de Barack Obama.


 

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